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El Lope de Vega acoge esta semana ‘Poder Absoluto’, de Roger Peña Carulla. Una obra que pretende poner sobre escena una de las realidades políticas más difíciles de nuestros días.

Si echamos la vista atrás encontramos múltiples conflictos, guerras y revueltas manchadas de sangre que se han dado desde que el hombre es hombre, y todo ello bajo unos intereses políticos y económicos asumidos y controlados desde el poder.

Esta obra analiza la lógica del Poder denotando las perversiones que trae consigo el mal uso de la política. Está desarrollada en Austria después de la II Guerra Mundial, pero podría ser llevada a cualquier contexto historico y social.

La conversación entre Eduard Farelo, un joven con cualidades para asumir la responsabilidad del partido conservador, y Emilio Gutiérrez Caba, aspirante a la presidencia de su país, pone de relieve un duelo dialéctico a partir de una incómoda y casi terrorífica propuesta. En ese “combate escénico” el engaño, la traición, la soberbia y la avaricia harán al público pensar sobre la corrupción, la demagogia y la hipocresía que se esconde tras los entresijos políticos.

Peña Carulla reconoce que escribió esta obra hace 8 años al final de la legislatura de Aznar cuando “las cosas ya olían a podrido”. Lo dejó durante todo este tiempo en un cajón y ahora, que los escándalos son tan comunes y la desvergüenza política tan clara, ha decidido emprender su gira.

Reconoce que el tema, incómodo ante las instituciones gubernamentales, le ha impedido llevar la obra a más lugares. Aunque el autor reconoce que no hace un ataque directo contra la derecha sino que va contra todas las ideologías que se han vendido al Mercado. “La derecha, el centro y la izquierda juegan en la misma división”, menciona Carulla.

En la sala de un adinerado conservador y con el vinilo de Puccini de fondo, se reproduce la hora y veinte de espectáculo, donde los personajes van sufriendo una lenta pero creciente transformación al ritmo que se acentúan los tragos de whisky barato.

La tensión cometida durante el duelo que ambos personajes mantienen no solo pone en evidencia los trapos sucios que se esconden tras una buena imagen, sino que hurga en la banalidad del propio ser humano, la prostitución de la moral y la exaltación de los egos.

El autor se basa en la afirmación de Plauto, que luego impulsaría Hobbes, “el hombre es un lobo para el hombre” y a partir de ella descompone un fuerte diálogo donde se desvertebran las pasiones y debilidades del hombre frente a su deber civil y social. También recuerda, menciona Farelo, “a los grandes políticos de la Transición, porque hoy en día carecemos de oradores de alto nivel”.

Con esta pieza Carulla ha mostrado el lado incómodo de la realidad política actual. El propio actor mencionaba durante la rueda de prensa como al principio el público fue mucho más receloso con la obra, sin embargo, tras los escándalos de la banca, la Casa Real, los partidos políticos e incluso lo sindicatos, ha conseguido transmitir una mayor identificación en cuanto a las mentiras que impunemente emite el sector político día tras día. 

Desenmascarando la realidad de la vida pública a través de dos personajes que confluyen en uno mismo, donde el discípulo supera al maestro, Carulla ha contado una historia casi terrorífica, con un humor sátiro e incrédulo. Consigue con esta obra que los espectadores salgan del teatro con una reflexión. Como menciona el propio autor: “Lo bueno es que no es real, pero podría llegar a serlo”.  

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