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El Ballet Flamenco rememora el cante jondo de 1922

El flamenco, con motivo de su décimo séptima bienal, sigue llenando escenarios e inundando localidades de ese espíritu tan arraigado a las entrañas de los tabancos y tabernas andaluzas.

Numerosos eventos se han congregado ya en esta edición que se viene celebrando cada dos años desde 1979. El motivo es la exaltación del flamenco como arte en un festival que trasciende a nivel internacional; sobre todo después de que la UNESCO lo declarara en 2010 Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.

Aunque es difícil comprender los orígenes del flamenco y su significado actual sin pensar en los grandes hitos que a principios del siglo XX le dieron al cante el calado y posicionamiento cultural que hoy en día mantiene.

De eso se nutre la compañía Rafaela Carrasco en su último trabajo presentado durante esta semana en Sevilla. Un homenaje ‘En la memoria del cante. 1922’ es la pieza que está llenando, desde el miércoles y hasta el domingo las localidades del Teatro Central.

Y no es para menos, pues el espectáculo cuenta con un equipo que ha sabido darle vida a aquel certamen celebrado en la plaza de los Aljibes, en Granada. Divido en once secuencias bien encadenadas se reproduce la esencia de lo que fue aquel encuentro de artistas dentro de la tradición popular y el cante de calle.

Ocho bailarines integran esta composición bajo la dirección artística y coreografía de Rafaela, que sincrónicamente recrean la experiencia de cada uno de los palos del flamenco y su condición con una escueta pero magnífica puesta en escena. Le sigue la presentación del jurado compuesta por los bailaores masculinos David Coria, quien ilustra a través de una malagueña la figura del entonces presidente del concurso, Antonio Chacón, y Daniel Navarro, sustituyendo a Hugo López, y Ana Morales junto con la propia Rafaela, bailando cantiñas por Juana Vargas ‘La Macarrona’, como solistas femeninas.

Los acordes de Juan Antonio Suárez ‘Cano’ y Jesús Torre, junto a las voces de Antonio Campos y Miguel Ortega dan vida a la soleá de Diego Bermúdez ‘El Tenazas’, quien ganó el concurso, y rememoran fragmentos de la rondeña de Ramón Montoya, la zambra de “Graná”, la seguiriya de Manuel Torre, la toná de “Caracol”, junto con segmentos propios de “La Niña de los Peines”.

A la firme composición de la danza, la guitarra y el cante jondo se le une varios poemas de Lorca y un vestuario rico en matices que enfatiza en mantener lo añejo. Manuel Blanco, Antonio Belmonte y Santiago Rusiñol influenciado por el pintor costumbrista y participante del manifiesto de 1922, Ignacio Zuloaga, han optado por colores y toques impresionistas y simbolistas.

La trama se mantiene desde el comienzo hasta el final, con la recreación de un patio común de Andalucía y a través de un festejo popular, donde la reclamación del arte está presente en cada pincelada. Jóvenes y no tan jóvenes en la danza han lanzado en esta propuesta el énfasis por lo propio entendiendo aquel certamen como un antes y un después en la historia del flamenco.

Manuel de Falla, Juan Ramón Jiménez, José María Acosta, Pérez de Ayala, Santiago Rusiñol, Óscar Plá o Fernando de los Ríos, entre otros, quedan vigentes en el Ballet Flamenco Andaluz que seguirá su gira por Jerez, Madrid Granada y algunas localidades de Francia.

El festejo acaba después de una magistral puesta en escena de Rafaela, que subida al escenario, sobre el mismo escenario, hace honor a la ‘Macarrona’. La lluvia pone el cese a la guitarra y por tanto a la algarabía. Así, recreando la espontaneidad y pureza del flamenco, se cierra ese certamen y con él la remembranza al cante jondo como hoy lo conocemos. 

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