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¿Quién teme a Virginia Woolf? Ni Daniel Veronese, director del espectáculo, ni Carmen Machi y Pere Arquillé, los protagonistas, temen a Virginia Woolf. Un espectáculo de alta tensión, una fiesta teatral.

El merecido reconocimiento de Carmen Machi como “la gran dama” de la escena española y el que, una temporada tras otra, decida ofrecernos el regalo de su presencia sobre nuestro escenario, es un privilegio para Sevilla.

Pero en el caso de esta Virginia Woolf, no es solo ella quien nos dará una auténtica lección de interpretación, sino que todos los que la acompañan, empezando por Pere Arquillué, un actor superlativo de quien ya disfrutamos en las producciones del Teatre Lliure a las órdenes de Àlex Rigola -recordemos su interpretación de Ricardo III o su colaboración en 2666, aquel desmesurado espectáculo sobre la novela de Roberto Bolaño- y siguiendo por Mireia Aixalà y Ernest Villegas que consiguen que lo que veamos sobre el escenario sea un auténtico póker de ases.

Si a todo esto le añadimos que han contado con la respetuosa dirección de Daniel Veronese -el argentino llevaba años deseando afrontar el reto de poner en escena la obra maestra de Albee- poco arriesgamos al afirmar que asistir a una de las representaciones de esta función, sea disfrutar de un auténtico banquete escénico.

¿Quién teme a Virginia Woolf?, la obra maestra de E. Albee, es el retrato de la sociedad americana del momento y el análisis de un mal nacional: el engaño a la pareja. Como dice Veronese “se trata de una compleja maquinaria sobre  la vida humana en pareja, en compañía. Una máquina de coser hombres y mujeres.” Marcos Ordóñez afirmaba en El País: “Machi y Arquillué parece que lleven toda la vida haciendo este texto. Estos dos se quieren, se siguen queriendo, a su salvaje manera. George y Marta, quiero decir. Tal vez porque Machi y Arquillué juegan en la misma liga, entienden, creo, el teatro del mismo modo. Son dos enormes bestias teatrales, que salen a comérselo todo, a manchar los manteles, y contagian su entrega y su entusiasmo… con una vitalidad alimentada de alcohol, de resentimiento, de violencia apasionada…¡Qué pobre gente, qué dolor, qué infierno vivir ahí, vivir así! Al final de la obra brota también una pregunta capital: ¿lo suyo tiene arreglo después de esa amputación, de ese exorcismo?”

 

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