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Los Jardines Andaluces del Pabellón Hassan II, sede de la Fundación Tres Culturas, acogen durante el mes de julio un ciclo de cine de humor.

¿Qué tienen en común un pescador musulmán que encuentra un cerdo en aguas de Gaza, unas mujeres dispuestas a todo por encauzar la ira de sus maridos, dos marroquíes que sueñan con Andalucía, unos inmigrantes turcos en Alemania o Khorma, el pequeño tunecino pelirrojo al que le toca ser orador en los entierros de sus paisanos?

Aparentemente nada. Y, sin embargo, a todos ellos les une el hecho de encarar su destino con la mejor de las sonrisas, de protagonizar cinco largometrajes en los que el humor se convierte en el mejor vehículo para narrar desde una óptica distinta a la habitual algunos problemas como la emigración, el desarraigo o los enfrentamientos entre creyentes de diferentes religiones.

Por ello, a estos personajes les ha unido también durante el mes de julio un mismo espacio: los Jardines Andaluces de la Fundación Tres Culturas, donde se ha instalado un cine de verano con proyecciones gratuitas cada martes, a las 22.00 horas -la última está prevista para el 30 de julio-. Se ha tratado de una atractiva propuesta para las noches de estío en Sevilla que ha constituido toda una novedad en la agenda cultural de la ciudad y una clara apuesta de la Fundación por seguir manteniendo su oferta de actividades a pesar de las altas temperaturas.

De esta manera, Tres Culturas ha recuperado la tradición mediterránea de los cines de verano, tan extendida hace algunas décadas y que, sin embargo, se encuentra en los últimos años casi en peligro de extinción. La programación ha estado integrada por comedias en versión original subtitulada, con las que se pretende aprovechar las herramientas que proporciona el humor para ofrecer una visión diferente de asuntos que han sido tratados desde una óptica más seria en otras películas.

Cada martes, desde las 21.30 horas, se han abierto las puertas simbólicas de este peculiar cine al aire libre, con un máximo de 300 butacas y una enorme pantalla de ocho por seis metros. Además, como en todo cine de verano que se precie, se ha recuperado aquella expresión de «ambigú con selecta nevería», para tomar un aperitivo antes del comienzo de la sesión.

Después, sólo queda esperar que el sol decida esconderse entre las sombras de Cartuja, se haga el silencio en la sala y dé comienzo la proyección. Los protagonistas se asoman cada martes a la pantalla y, entonces, el público descubre qué es aquello tan especial que tienen en común: el humor como antídoto.

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