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El tiempo no parece pasar para los fans de Alejandro Sanz, no así para el cantante, quien pese a sus limitadas cualidades vocales continúa escapando airoso de megaespectáculos como el de la noche de este miércoles.

Su ligera dialéctica causó sensación en el público sevillano, reparto de excepción del DVD oficial de la gira. En Sevilla el artista disfrutó de su infancia y en Sevilla Alejandro Sanz ofreció un concierto irrepetible. Hubo instantes para todo. Unos leves abucheos por la tardanza del autor sirvieron de preámbulo de un concierto muy heterógéneo, dentro de la línea del protagonista y de la excepcional banda que lo acompañaba en el escenario.

El intimismo y la apoteosis se entremezclaron en el repertorio de Alejandro Sanz, que acertadamente rescató del cajón algunas canciones un tanto perdidas como Para que me quieras, Hay un universo de pequeñas cosas o Me iré en un melancólico medley. Pero el público tuvo tiempo de sobra para vibrar gracias al excepcional empuje de la banda y a la habitual magia del cantante, capaz de levantar al personal con un solo gesto o palabra.

Nadie se quedó sin degustar lo que más esperaba, el recital de canciones de los años dorados de Sanz. Amiga mía, Corazón partío, Quisiera Ser, ¿Y si fuera ella?, No es lo mismo, entre otras muchas otras canciones que provocaron el éxtasis, junto a la lógica selección de canciones de su último disco.

Pero si por algo fue especial el regreso de Alejandro Sanz a Sevilla tres años después fue por el excelso grupo de artistas invitados que acompañaron a la estrella. Una tímida Malú inició el festival entonando Desde Cuando, y prosiguió David Bisbal con una portentosa interpretación, no exenta de equivocaciones de Mi Soledad y yo. Jamie Cullum sorprendió con su virtuosismo al piano de la nostálgica 20 años mientras Manolo García efectuó una clase magistral de cómo se debe cantar en directo. Pablo Alborán cerró las sorpresas de la noche con una elegante representación de Mi Marciana.

Una vez más el espectáculo maravilla, la voz del cantante sobrevive, pero bien haría Alejandro Sanz en plantearse dar un giro intimista a sus actuaciones en directo en busca de teatros que le den un entorno adecuado al clima que evoca con sus melodías.

Sobre los aspectos técnicos, la organización volvió a brillar por su ausencia, teniendo en cuenta la fecha en la que se iba a desarrollar tal evento, la multitudinaria cola que crecía a los pies del Estadio Olímpico se encontraba en gran parte al sol, y no son pocas las horas que los fans dedican a esta espera. La entrada al recinto fue un auténtico ‘sálvese quien pueda’ a pesar de los esfuerzos del gran despliegue de la Policía Nacional, lo que caldeó más de un ánimo y empañaron la ocasión.

Por otro lado, la obscena extensión que se privatizó para los abonos más pudientes enfadó a más de uno que tras más de seis horas de cola se vio en la tesitura de no poder avanzar más allá de la mitad de la pista. Los afortunados que pudieron abonar una entrada que ronda los 80 euros disfrutaron de espacio más que suficiente para que se vieran claros, mientras que atrás los abonados en pista se encontraban como ‘sardinas en latas’. Un hecho que choca con el carácter y mensaje que el artista ha querido transmitir en algunas de sus letras defendiendo al proletariado, pero claro está, ‘la pela es la pela’.

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