Silvia Acosta / Clara Fajardo

La joven sevillana acaba de ser galardonada con el premio ASECAN a Actriz Revelación por su interpretación de Abril, protagonista de la película debut del andaluz Guillermo Rojas Una Vez Más. Un personaje, que además de abrirle puertas en la industria, le ha enseñado a aceptar la realidad como la dictan los hechos, y no los deseos.

Silvia Acosta, si no hubiese seguido su instinto, con el que se topó casi por casualidad, habría sido uno de los tantos sanitarios a quienes, primero aplaudimos, y ahora casi hemos olvidado. Enfermera de formación, por circunstancias vitales, en lugar de irse al extranjero en un momento en el que los contratos llovían para los profesionales españoles de la salud, se quedó en casa e ingresó en la Escuela Superior de Arte Dramático de Sevilla (ESAD). Ahí descubrió su capacidad de creer, sus dotes interpretativas.

Desde entonces, esta joven sevillana de 34 años no ha cesado de formarse y trabajar, con alguna pequeña pausa ejerciendo como camarera o profesora de teatro para niños, pero siempre con una aspiración; la de poder vivir de su vocación y, de momento, así es.

“Con 21 años cambié mi GPS, me metí a contramano con mi familia porque nadie proviene del ámbito artístico, pero cuando entré en la escuela, me impliqué al 100% y descarté la sanidad para engancharme de lleno a este mundo, adentrándome en una Sevilla más libre, más underground”, sostiene.

Abril, el personaje por el que acaba de ser galardonada con el premio que otorga la Asociación de Escritores Cinematográficos de Andalucía a Actriz Revelación, es hasta ahora la mayor oportunidad laboral que ha llamado a su puerta y que, sin duda, “traerá más opciones”, pero cada pequeño paso en el camino cuenta en lo que considera “una carrera de fondo”.

Silvia Acosta como Abril / SA

Silvia Acosta pertenece al elenco de actores que transitaron por la serie televisiva Arrayán de Canal Sur, una experiencia que le arribó en su primer año de actriz y que supuso una escuela “a golpe de trabajo” por su periodicidad diaria e intensidad.

La siguiente parada fue Madrid, capital que entiende contiene grandes oportunidades, pero no todas, “aquello es una selva y somos muchos”.

Sin embargo, la formación que recibió en la Escuela Central de Cine, en centros públicos aún no ha llegado y ésta se encuentra en la capital. “En Arrayán casi me movía por instinto ante la cámara, pero es absolutamente necesaria una técnica que deberá incorporarse a los programas educativos en toda España, más aún, con el boom histórico que estamos viviendo de consumo de plataformas digitales de entretenimiento”.

Allí mismo, en Madrid, ha actuado sobre todo en el teatro, y precisamente, se encontraba en funciones en el Teatro de La Abadía cuando estalló el confinamiento y regresó a casa una temporada.

El papel y el yo

Aunque pueda parecer pretencioso, Silvia Acosta reconoce que se ha contado mucho a través de Abril; ambas se hallaban en una encrucijada vital: elecciones laborales por el fallecimiento de un familiar, una relación emocional en el limbo, o la vuelta a Sevilla pasado un tiempo en el que “tu entorno, la ciudad y una misma ha cambiado”.

Silvia Acosta junto a Bantú / Clara Fajardo

“Esa empatía me ha permitido disfrutar el momento de transformación que sufre Abril, interesante tanto para contemplarlo, como para vivirlo”. De ella, de Abril, confiesa haber aprendido a asumir las situaciones tal cual son “no como me gustaría que fueran”.

Además, explica Silvia, “la mitad del personaje de Abril se construye gracias a mi compañero Jacinto Bobo, actor también sevillano que ha sido mi espejo, en quien se reflejaban mi acción y mi reacción”.

Pero la condición básica para la interpretación audiovisual “tiene que ver con la capacidad de creer y en la magia que se produce entre el público y el actor al asumir dicha experiencia”. Una convención que solo sucede en el arte de la interpretación en un mundo incrédulo, “si no, ¿cómo aceptaríamos la aparición del fantasma de Hamlet, o la desgarradora historia de Medea?”, se pregunta Silvia…” sólo a través de ese pacto no escrito entre espectadores y escenario”.

Por ello, para ejercitar su comprensión y empatía con los distintos personajes que le ha tocado encarnar, Silvia acude a algunos pequeños “trucos” como ir robando características a personas que va conociendo e incorporarlas a su catálogo artístico para jugar, verbo que, tanto en inglés (to Play), como en francés (Jouer) se emplean para describir la acción de actuar e interpretar.

Sin miedo a la reinterpretación de los textos

Para Silvia Acosta los textos clásicos del Siglo de Oro o del Teatro griego no son “ni intocables ni inamovibles”. Las gafas con las que desde nuestro presente leemos aquellas creaciones quizás a veces nos cieguen y no hay que tener miedo a analizarlos, a Reentenderlos y a darles una vuelta de tuerca”.

La versión que presentó Blanca Portillo hace unos años de Don Juan Tenorio es un ejemplo de esta tendencia, este señor es un mequetrefe y se manifiesta como tal, machista que burla a una monja. Igualmente, la producción de la Compañía Nacional que acaba de estrenar el director David Boceta en Almagro, El Otro Reino Extraño, es un compendio de textos de Lope de Vega con alusiones a la homosexualidad, “es un prisma innovador y valiente”.

Peculiaridades por ser andaluza

Silvia Acosta afirma que el hecho de ser andaluza, en algún momento, ha sido un hándicap en su carrera, “pero yo castellanicé muy pronto y neutralicé acento porque sabía dónde me estaba metiendo”. “Por suerte, esto poco a poco va cambiando y se tendrá que normalizar porque no hay un único español y, a pesar de que llegará antes al terreno audiovisual que al teatro, terminará instaurándose”.

Silvia Acosta / Clara Fajardo

De momento, recalca Silvia “mi compañero también actor, José Luis Verguiza, trabaja en El Otro Reino Extraño que antes comentaba recitando a Lope de Vega con acento de su pueblo, Los Palacios y Villafranca, por derecho”.

Un parón histórico de la rueda de ratón

Silvia es consciente de que el teatro está en la cuerda floja, pero no por la crisis del Coronavirus, sino porque siempre ha sido “y será así, lo siento, soy una pesimista sonriente”, subraya.

Ella no cree que ni en el terreno sanitario, ni en el cultural se haya aprendido ninguna lección, pero quizás, “todos nos quedaremos con el recuerdo de que el Covid19 paró todo, en un tiempo concreto la rueda de ratón en la que todos estamos subidos”.

“Los actores estamos acostumbrados a largos periodos de inactividad que aprovechamos para seguir formándonos, pero esta vez, nada, cero, solo disfrutar, leer, ver cine…”, obviamente, añade “para aquellas personas que han perdido sus trabajos o negocios, la diversión es casi inexistente, pero esa sociedad de la prisa respiró, por un instante”.

“Hemos bailado muy bien”

Al terminar la entrevista, Silvia quiere resaltar un gran aprendizaje de la película Una Vez Más, “lo importante que es la conexión constante entre el actor y el director técnico”. En su caso, Jesús Perujo ha sido su guía ya que, antes que el director o el resto del equipo, “es el cámara el que te ve…o no, y hay que repetir. La energía y la simbiosis han sido muy bonitas”.

En el cine, a diferencia del teatro, el trabajo previo para calentar motores es muy interior e individual “tú solo respondes a la directriz de ACCIÓN, y estar a la temperatura que exige la secuencia es siempre un reto”. Para superar este desafío, Silvia Acosta se centra en la mirada, como uno de sus referentes absolutos, Meryl Streep.

Plumilla por vocación, he trabajado en radio, televisión y prensa on line. Profundamente europeísta y convencida de que el Periodismo es el motor de cambio de la sociedad y hay que salvaguardarlo. Para...