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La escritora Sara Mesa, ganadora del Premio Málaga de Novela 2011 por ‘Un incendio invisible’, desveló ayer en Sevilla los detalles de su último trabajo.

Este premio, convocado por el Instituto Municipal del Libro en colaboración con la Fundación José Manuel Lara, es uno de los más prestigiosos de Andalucía. En ediciones anteriores han sido galardonados personajes como Miguel Mena, Pablo Aranda, Eduardo Jordá, José Ángel Cilleruelo y José Luis Ferris.

El crítico y editor literario, Ignacio Gramedia, que dio paso a la presentación, mencionó algunos títulos anteriores de Sara Mesa entre los que destacamos relatos como ‘La sobriedad del galápago’ o ‘No es fácil ser verde’ y su primer poemario ‘El jilguero agenda’.

‘Un incendio invisible’ recoge la historia de una ciudad imaginaria, Vado, que se parece a cualquier ciudad europea pero que, repentinamente, es abandonada por sus habitantes. En esta trama, aparecen tres personajes principales: el doctor Tejada, un reconocido geriatra que llega para ocuparse de la residencia de ancianos; una niña que dice llamarse Miguel; y una enfermera que mantiene la esperanza y la dignidad a pesar de las circunstancias.

Los personajes se encuentran al límite, «cada uno vive su delirio personal que resulta ser poderoso», comenta Ignacio. Más que una llamada al desencanto y pesimismo social, se trata de una degeneración humanística y moral. «Una investigación de la vida de los personajes que están sufriendo el despoblamiento interior». Los individuos de esta novela, «se confrontan en espacios limitados y eso les lleva a sacar lo peor, y en algunos casos, lo mejor de sí mismo», aclara Sara.

«Una ciudad se derrite lentamente como carcomida por un incendio invisible» es la cita poética de Juan Eduardo Cirot que encabeza esta obra, y que Eduardo Jordá, que acompañaba el acto, ha destacado por su verosimilitud en el relato. También señaló la fuerza del lenguaje visual y su capacidad para «explicar paisajes vacíos» y dotar de «imágenes» al pensamiento. «Sara recrea esos no-lugares transitorios de los que hablaba Marc Augé» dándoles vida y permitiendo al lector, recrearse en ellos.

«Yo no reivindico nada, cuento una historia», comentaba Eduardo Jordá. A menudo se extiende ese prejuicio de que una obra está escrita para remover las conciencias, sin embargo, Jordá aclara que «Sara no reivindica nada, ni crea distopía sobre lo que va a ser el futuro de nuestra sociedad».

«No es ciencia ficción», dice Sara, se trata de un hecho común en la historia que no tiene mayor trascendencia social. «Mi intención es que esta novela no envejezca» por eso, se abstiene de elaborar juicios sobre la sociedad actual. «Planteo una degeneración ética que los personajes se deben plantear». Ella llama a la reflexión pero siempre hay una historia, una novela.

Sara reconoce seguir un hilo respecto a las novelas anteriores y dice «sacar lo que lleva dentro» cuando escribe, por ello, le resulta difícil catalogar sus novelas a pesar de definir esta última como «oscura». Sin embargo, reconoce sentirse «orgullosa» de haber encontrado la «voz» con la que se identifica.

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