El Cristo de la Vera Cruz durante la difícil salida de la Parroquia del Divino Salvador que los hermanos costaleros realizan de rodillas, y la talla roza el exorno floral / Juan C. Romero

El Cristo de la Vera Cruz procesiona por última vez antes de la restauración a la que será sometido en Marchena tras la Semana Santa. Las ‘levantás’  durante la Estación de Penitencia se harán a pulso para no dañar la imagen, anónima, que data del año 1772.

 

Juan C. Romero.  Desde el Viernes de Dolores esperando. Casi una semana de larga espera en su paso. Espera a su pueblo: costaleros que le porten, capataces que le guíen, nazarenos de verdes capirotes que velen su discurrir al caer la tarde, músicos para hacer eterno cada momento en la calle, castilblanqueños y visitantes que le recen por los que están y también por los que se fueron. Calor de su gente al fin y al cabo para cuando el sol ceda ante la noche y la madrugada levante la brisa ante la atenta mirada de una Luna plena.

Tras el rezo de los Santos Oficios, y como cada Jueves Santo, la Cruz de Guía de la Hermandad de la Vera Cruz es la primera en cruzar las puertas de la Parroquia del Divino Salvador cuando desde la torre suenen las siete campanadas de la tarde. Con sólo unos minutos de diferencia lo hace Él, señor de la Vera Cruz. Tan esperada como complicada es la salida que los hermanos costaleros realizan de rodillas y para la que se baja unos centímetros la cruz hasta que los pies del Crucificado rozan el campo de claveles rojos y lirios de su monte de Calvario.

En la calle, la Banda de Cornetas y Tambores de Ntra. Sra. del Rosario de Brenes interpreta las primeras marchas. Entre ellas una muy especial. Es la que la banda ha compuesto este año para la Hermandad de la Vera Cruz, que estrenará en la Plaza de la Iglesia: ‘Toma tu Cruz y sígueme’.

Es la última procesión del Crucificado antes de su restauración. Debido al estado de conservación del Cristo de la Vera Cruz (Anónimo,1772), la Junta de Gobierno ha dispuesto que  todas las ‘levantás’ se realicen a pulso con el propósito de evitar el deterioro del crucificado durante la procesión. Al término de la Semana Santa la imagen será trasladada a los talleres de José María Calderón en Marchena donde permanecerá dos meses para su intervención.

La Virgen de la Paz sigue a cristo Crucificado por las calles de Castilblanco. Lo hace de blanco, con una rama de olivo de plata en sus manos bajo un paso de palio verde bordado en oro con emblemas de la hermandad y del municipio. Este año la hermandad intervino en el paso para aligerar su peso. La Banda Municipal de Castilblanco acompaña a la Virgen de la Paz en su discurrir.

De especial interés es el paso de la hermandad por las casas de hermandad de las diferentes corporaciones de la localidad (Soledad, San Benito, Padre Jesús, Escardiel), así como por la avenida Antonio Machado sobre cerca ya de las doce de la noche. Al filo de la una y media de la madrugada la plaza de la Iglesia aguarda la recogida del Cristo de la Vera Cruz y la Virgen de la Paz, al tiempo que sueña ya con el nuevo amanecer, de Viernes Santo, que llevará a la calle un año más a Padre Jesús Nazareno.

La terminación de la restauración del altar (Pablo Guisado, 1730) en el que reciben culto los titulares de la Hermandad de la Vera Cruz  y su montaje en una nueva disposición en el templo para dar mayor visibilidad a sus imágenes y realce de todo el conjunto artístico ha centrado el trabajo de la corporación del Jueves Santo en los últimos años. La restauración de su titular al término de la Semana Santa centrará los esfuerzos hasta su próxima Estación de Penitencia.

Los titulares de la Vera Cruz

El Cristo es obra de la escuela sevillana, realizado en 1772, presentado en Castilblanco de los Arroyos el Domingo de Ramos de 1773. No obstante no se sabe a ciencia cierta si es o no la talla original de la antigua hermandad debido a que se documentan al menos tres crucificados en los archivos parroquiales: el Cristo de los Reyes, el Cristo de la Magdalena y el Cristo de la Vera Cruz. 

Unas potencias con la flor de lis, y una corona de espinas que la hermandad conserva corresponden a una talla de dimensiones mayores a las de la imagen actual, el Cristo de los Reyes, retirada al culto por el párroco Antonio Torrado y, conforme a las tradiciones de la época, enterrada en el Rosario de la Parroquia, en el patio que había tras el Altar Mayor.

Durante los años de la reorganización de la hermandad, a finales de 1960, el cristo fue restaurado en Alcalá de Guadaíra donde se le dispuso una nueva policromía varios tonos más clara que la anterior, quedando como se venera actualmente.

La Virgen de la Paz es una talla anónima, donada en 1962 a la Hermandad de la Vera Cruz por el sacerdote Guillermo Romero procedente del convento de la Paz de Córdoba, de ahí su singular advocación. Fue restaurada en el año 1992 cuando procesionó por primera vez en su paso de palio. La corporación estudia una nueva intervención en la talla, a fin de corregir los desperfectos de su policromía.

El retablo en el que se veneran los titulares de la hermandad es obra de Pablo Guisado que data del año 1730. Según la tradición popular, el altar sería mandado a construir por el Rey Felipe V durante la estancia del monarca y su corte de cacerías en Castilblanco, y una visita de éstos a la Ermita de la Magdalena en la que se encontraron con el crucificado.

Si bien esta leyenda difícilmente encaja con las actas que aún se conservan que fechan la ejecución del altar un año antes de la visita real y recogen la Real Cédula que dispuso Felipe V por la que se abonaban 630 reales con el propósito de que el Cristo de la Vera Cruz en todo momento tuviese una lámpara de luz encendida iluminándole frente a su altar, que en estos años, se encontraba donde actualmente se accede a la sacristía, junto al retablo de Santa Ana y la Virgen niña. Con las obras de iluminación y pintura en la Parroquia llevadas a cabo en 2010 se han descubierto en esta disposición los restos de antiguas pinturas murales correspondientes a una corona de espinas.

El por qué el Cristo se encontraba en la ermita de la Magdalena durante la visita real se explica en las intervenciones que los arquitectos del arzobispado estarían llevando a cabo de ampliación y reforma en el templo parroquial, que pierde entonces sus originarios rasgos mudéjares.

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