La Esperanza de Triana y el Stmo. Cristo de las Tres Caídas sintieron el calor de su barrio de regreso a su sede canónica / J.J. Comas

El barrio y la Sevilla cofrade arroparon al Señor de las Tres Caídas y a la Virgen de la Esperanza en una corta pero intensa procesión hasta la Capilla de los Marineros. Pocos minutos antes de las diez y media de la noche, los titulares de la hermandad trianera, regresaban a su remozada sede canónica desde la Real Parroquia de Santa Ana donde han permanecido dos años.

 

Manuel Jesús Barroso. Faltan sólo ocho días para la Semana Santa. Trece para que Triana viva su noche más mágica, cuando las puertas de la Capilla de los Marineros se abran y salgan a la calle, los habitantes más ilustres de ese barrio: el Santísimo Cristo de las Tres Caídas y su bendita madre, la Esperanza de Triana. Sin embargo, lo que se vivió anoche en la Calle Pureza fue el preludio perfecto de esa noche .

Las imágenes, después de un largo periodo, regresaron a su casa, y se encontraron con un público fiel, que esperó el tiempo que fuera necesario para verlos de cerca. Prácticamente, desde una hora y media antes de que salieran, su calle y los aledaños de la Real Parroquia de Santa Ana estaban abarrotados de un gentío que esperaba con alegría la salida de sus titulares. Y es que Triana nunca le falla a su Esperanza.

A las 21:15 horas de la noche, 45 minutos después de lo previsto, y tras la celebración de una misa de despedida en la parroquia, las puertas de la misma se abrieron y las dos andas portadas por hermanos de la corporación salieron al reencuentro de su barrio y de su remodelada capilla. La Esperanza salió a la calle con los cánticos de su característica Salve Marinera, a la que le siguió el rezo del Ave María.

El centro de atención eran ellos, por ello el cortejo estaba reducido al mínimo: la cruz parroquial, acompañada por dos ciriales, y a continuación, el cuerpo de acólitos que precedía a la imagen del Cristo, vestido como si estuviera en su paso procesional, en la «Madrugá» mas maravillosa del año. Estaba ataviado con la túnica bordada en terciopelo burdeos, que fue realizada con motivo de la celebración de su IV Centenario. Las andas iban iluminadas por doce codales de color rojo, sobre candelabros plateados, adornadas con claveles y una mezcla de flores moradas sobre un lecho de hojas. Como curiosidad, al poco de salir, se le desprendió una potencia al Cristo, lo que hizo que se le quitaran las otras dos, y procesionara sin ellas, dando una apariencia todavía más humana a ojos del espectador.

A continuación del Cristo, y separados solo por los devotos, iba la Esperanza de Triana, guiada por su cuerpo de acólitos,  en un día especial porque el Ayuntamiento de Sevilla le había concedido por unanimidad la Medalla de Oro de la Ciudad. Una medalla muy justa y que, por fin, después de muchos años esperándola, se la han otorgado, lo que inspiraba, si cabe, aun mas alegría a tan magno acontecimiento. Portada sobre unas andas, con la imagen de la Virgen colocada en el centro, delante de ella una decena de codales de cera blanca, sobre candelabros blancos. Vestía para la ocasión un manto de terciopelo azul con bordados en oro.

A las puertas de la Capilla de los Marineros, la Salve a la Esperanza de Triana motivó el emotivo llanto de los fieles

Momentos especiales, y seguramente muy recordados, se vivieron en la entrada. El silencio que reinaba en el ambiente fue roto por el canto del Coro de la Hermandad del Rocío de Triana, que esperaba a las imágenes en el interior de la capilla. A la Virgen, aún en la calle, se le entonó la Salve, coreada por la gran mayoría de fieles presentes, lo que motivó el emotivo llanto de algunos de ellos.

El cierre de las puertas no supuso un hasta el año que viene, sino un hasta luego. Un hasta luego muy corto, pues en apenas unos días esas mismas puertas se abrirán, aunque mucho del publico asistente no verá a sus imágenes, pues irán con ellos, todavía saboreando un magnífico regreso, que llevó a la Esperanza se Triana y a su Hijo, hasta su bendito templo, la Capilla de los Marineros.

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