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Cuando la Semana Santa termina, todo queda en una rara calma nerviosa, de la que luego tardamos semanas en salir. Es por esto que merece la pena apurar estas últimas cofradías, dispuestas en jornadas tranquilas, diferentes, singulares, y este año, históricas por MOR del cambio de horario en la cofradía de Santa Marina.

Pero no hay que adelantarse; comencemos por el principio del fin, el Sábado Santo.

Personalmente, no me parece descartable, pasado el cansancio de días anteriores, irse a almorzar tranquilamente por el centro, sin las apreturas de días anteriores. Disfrute de una urbe y del espacio liberado por esa gente que emigra a otros parajes o regresa a su hogar en estos días.

En la intersección entre Gerona y Dueñas puede disfrutar del cortejo Servita sin agobios y con todo el costumbrismo que merece esta estampa. También puede encaminarse a esa entrada natural a la ciudad desde el Norte que es la calle Imagen, para esperar a La Trinidad con un helado de Rayas en la mano, si el día dispensa temperatura para ello. Entreténgase con los más pequeños de la casa explicándole todas las alegorías del Decreto. Tire de Google con disimulo si no recuerda que la matrona dormida es la Iglesia.

El día se presta a tanto, que ver la misma hermandad un par de veces es posible, hasta obligatorio.

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Con la rapidez de quien puede moverse casi con libertad, busque El Sol por los alrededores de la Catedral, coincidirá conmigo en que es un fondo hermoso para la singular cofradía de ruán verde.

Después, si no lleva campamento y criaturas en ristre, podría irse a Francos, y dejar que todo pase por delante de usted.

También puede buscar Alfonso XII o la comodidad del lado «público» de la Plaza del Duque de la Victoria (o Duque a secas) para disfrutar de un cortejo masivo y completo; el del Santo Entierro. A la vuelta, en formato reducido puede verlo por Tetuán, que tampoco es mala cosa.

Cuando los tambores destemplados hayan dejado de sonar por sus oídos, podría aprovechar para tomar algo, pongamos que por la Gabidia, pongamos que no voy a descubrir yo el 2 de Mayo ahora…

Si opta por eso, deje que La Soledad aparezca en la plaza, y si se ve con fuerzas, sígala.
¡Hasta la entrada? ¿Y porque no se puede más!

También puede entretener las horas en lo que mejor le parezca, tal vez una cena más distendida, para luego ir directamente a la plaza, no hace falta ni mentarla, y allí esperar a que todo pase, y rezar para que las saetas sean decentitas.

Si la nostalgia aún se mantiene a raya, una carrera acelerada a la Ronda Histórica le puede regalar otro final provisional, final trinitario, coronado incluso con el rey de las hamburguesas cercano.

Y luego… le queda el día siguiente; la Gloria de la Resurrección, el amable sentimiento de que no todo está perdido.

Este año, por ser histórico, creo que no es un disparate ir a la salida y comprobar como desde Santa Marina sale un cortejo a plena luz del día para llevar alegría a las calles, la última alegría de la semana, si me apuran.

Técnica Superior en Integración Social, Graduada en Trabajo Social, Especialista Universitaria en Mediación, Máster Oficial en Género e Igualdad. Actualmente Doctoranda en CC. Sociales; investigadora...