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Sin inclemencias meteorológicas, con las calles rebosantes de público, con aforamientos y el cumplimiento de los horarios de manera aceptable, transcurrió un Domingo de Ramos que la Sevilla cofradiera casi necesitaba.

Terminando el día, recordé la voz de ese hombre, caballero y amigo, que hace unos cuantos domingos como este me dijo: «Otro Domingo de Ramos que se va, otra Semana Santa que se nos acaba…»

El pesimismo barroco pervive instalado en el mundo cofrade. La pena honda de una jornada como esta comienza a sentirse en cuanto el sol se va.

Amanecía el día esplendoroso por Triana, nostálgico por ese parque donde ya La Paz desfila sin caballos. El Domingo de Ramos es una jornada tan irrepetible, que intentamos vivirla cada año como en el pasado y jamás lo lgramos. La infancia se va, aunque ahora siga habiendo niños que estrenan bolas de cera, eso sí, con unos modernos palos que les alejan el miedo de quemarse los dedos…

Ese chirriar del palio de Gracia y Esperanza o del Socorro viene de décadas pasadas, pero es nuevo. Jesús Despojado suena como siempre, que no deja de ser un siempre muy reciente.

Se abarrota Reyes Católicos aunque aún siga el tráfico rodado por allí. El C4 venía cargado de historias de otros años, chaquetas y gente foránea. Las palmas de solapa se multiplican y hace años que no veía una Hiniesta tan azul.

Entre el paso de La Borriquita y el Cristo del Amor media un abismo de nostalgia; la de pequeños nazarenitos blancos que crecieron y se volvieron de negro ruan para ser personas adultas. Probablemente, hemos sufrido la misma transformación aunque no llevemos túnicas.

No se puede mirar la cofradía de La Cena con la alegría de antaño, ahora entendemos como conducen al final esos pasos. Tampoco se puede transitar por la calle con la rapidez de hace un par de décadas; el progreso, la globalización, el turismo, vaya usted a saber qué, pero la paciencia se impone cada vez más a la hora de buscar un cortejo.

Las nuevas tecnologías nos acercan y alejan, a placer o a capricho. Los datos van, los datos vienen, y la gente te mira con repudio social por tener el móvil en la mano todo el tiempo, cuando tu sólo intentas aportar información a la querida cuenta de @SA_Cofradias.

Lamento escuchar todas esas marchas a las que no sé poner nombre y envidio mucho al compañero Ceregido por dominar esa materia que ya no creo que pueda aprender en esta vida.

El camino de vuelta, a casa o al pasado, es una carrera en que sorteas la pena, el dispositivo de limpieza, el resbalón inoportuno con las primeras ceras del pavimento.

La Amargura se queja de transitar en excesiva soledad; no se le puede quitar la razón, pero tampoco toda la culpa es de los aforamientos. Hay tramos despoblados de público sin que medien las autoridades en ello… El ser humano sigue siendo un enigma, incluso cuando pasa San Roque y hay quien no tiene muy claro de que cofradía se trata; tan triste como cierto.

Si algo puede devolver la ilusión en la caída de la tarde del domingo de nuestras vidas, es La Estrella, con su sello, con su alegría dolorosa, con una valentía que no reside en el mito mal contado una y mil veces. Se ha acabado todo ya… Espero que sepan perdonarme la tristeza, pero es así. Nos queda poco, y el único consuelo posible es saber disfrutarlo.

GALERÍA FOTOGRÁFICA: DOMINGO DE RAMOS

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Técnica Superior en Integración Social, Graduada en Trabajo Social, Especialista Universitaria en Mediación, Máster Oficial en Género e Igualdad. Actualmente Doctoranda en CC. Sociales; investigadora...