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Javier Gotor ha sido muy generoso conmigo. Con nosotros. Estaba sentado en una terraza en el epicentro de La Costanilla, junto a una procuradora agradable y a un señor que acaba de conocer en la tertulia televisiva.

Ondaluz Sevilla reúne a lo mejor de cada casa y Whatsapp hace milagros. La memoria de Gotor nunca me abandonó. Decía que fue generoso con todos porque nos ha permitido asistir a lo que podría considerarse un acontecimiento histórico en esta ciudad. Cuando pasen algunos años, los presentes recordarán el Pregón Heterodoxo como aquel momento en el que suspiraron y algunos salieron del armario gritando dalinianamente «yo tampoco». Pero comencemos por el principio.

Los chicos de La Muy se habían propuesto, primero, convocar un triduo heterodoxo de capillitas irredentos. Durante tres lunes tres, apócrifos e integrados de la fiesta tuvieron para sus conciliábulos la sede de lCICUS Centro de Iniciativas Culturales de la Universidad de Sevillaque, casualidades de la diosa, está en la calle Madre de Dios. La predicación del triduo corrió a cargo de exegetas tan variopintos comoEva Díaz,Lutgardo Garcia,Julio Muñoz,Sergio Pascual,Ricardo Suárez,Agustín Israel BarreraoManuel Jesús Roldán Salgueiro. Política, arte, humor, estética, pensamiento. Para desembocar, sin solución de continuidad, en la convocatoria realizada por La Muy Popular, Anónima y Desmitificadora Hermandad de las Ánimas Libres de Etiquetas. Fueron muchos los llamados pero pocos los elegidos a congregarse en el Teatro Quintero donde la Semana Santa sevillana iba a sucumbir ante su prosaica realidad: esa que existe y a la que nadie quiere mirar como al toro marcado por las asas.

Decía que pocos pues el aforo, maldiciones del tiempo y el espacio, estaba limitado al puñado de centenares de butacas rojas del desaparecido Cine Pathé. Todo dispuesto para lo que allí iba a suceder: macetas y lirios en el escenario, alfombra roja, sillones Luis XIV. Esperpento sin llegar a lo grotesco. Medida exacta de cada cosa, el punto de cocción necesario para tener un puchero en su punto. Abundaba el sexo femenino entre el público y el cronista se pregunta: ¿es lo femenino heterodoxo? El acto comienza con Silvio regresando a la vida a través de la megafonía del teatro, cantado su Rezaré. Todo demasiado bonito para ser verdad. Después, la presentación del pregonero.

Juan Antonio Bermúdezse pone en pie y comienza la presentación del pregonero. «Excelentísimos apócrifos e integrados» para continuar diciendo que ya nadie se toma en serio el humor. Paradojas de la vida, algunos habían acudido hasta el Teatro Quintero para escuchar al gracioso Manu Sánchezy se encontraron con el más profundo, el más racional, el más culto, al más leído y al más inteligente: el que habla de frente y, entre risas, te cuenta la verdad más grande del universo. En la presentación se dijeron cosas como que «el poder tiene poder para usurpar al Gran Poder» pero que «no hay poder grande que pueda detener el gran poder de la primavera», para rematar con una definición hermosa de la heterodoxia: «el mundo es un poco mejor por cosas como ésta». Cuánta razón. Después, las notas de la guitarra de El Pájaro volaron por el patio de butacas en forma de Virgen del Valle y los recuerdos de este niño heterodoxo volvieron a los catorce años, a su primera Semana Santa de calle Sol y chaleco sin mangas, de helados y de esperas cuando estaba a punto de arrancar el que habrá de ser el pregón de la verdad.

Porque la disertación de Manu Sánchez, el primer pregonero heterodoxo -¿y último?-, abrieron la vereda de lo que muchos piensan pero nadie dice. Antes de comenzar, se echa la mano al bolsillo y besa algo. ¿Su medalla? Quizá. Y comienza: «Dime la verdad, ¿Dios o el Gran Poder? No te sientas culpable. No me contestes todavía». El pregón podría haber terminado ahí porque ya estaba todo dicho pero no podía perder la oportunidad de exponer otros temas mientras repasaba, una a una, todas las devociones de la ciudad. Manu Sánchez puso las cosas en su sitio y cuando «ya sabe Sevilla a barrio, ya tienen la gloria su centro» allí estaba aquel «pregón de capillita raro». Me pregunto si, en realidad, existe el capillita normal.

Sánchez tuvo para todos: para la «ausencia de autoridades» y para los «ortodoxos cotillas» presentes en el teatro, para la «morralla contracultural» -ya saben, ni el arte mayor ni selecta la chusma- y no se le olvidó recordar que «en los lugares donde no se nota la presencia de Dios, es difícil saber cuándo se ha ido». Las palabras del pregonero dejaron claras tres cosas: que «la gente le ha cogío su mijilla de desafección al Padre», que «Sevilla cree en el Hijo» y que «siempre quedará la Virgen, sevillana, la diosa, la Macarena». Sánchez se declaró en su pregón «ateo y capillita», una confesión que le realizó hace años al propio cardenal Amigo Vallejo, a lo que éste le respondió cuál era el problema.

Durante poco más de cuarenta y cinco minutos, el periodista Manu Sánchez repasó los problemas de las cofradías con la Iglesia y el poder político, la identidad cultural de Sevilla y Andalucía, la religión y la religiosidad y hasta le dio tiempo a tocar dos temas de gran actualidad: el desprecio que la ciudad oficial siente por la procesión del Resucitado y el hecho de que Queipo de Llano -al que llamó «símbolo de Lucifer»- continuase enterrado en la Macarena.

El pregón finalizó con Manu Sánchez recitando de memoria su «te quiero porque te quiero» sin la necesidad de creer, que la Semana Santa acerca el cielo a la tierra, que la Virgen es andaluza, que si Jerusalén es tierra santa, Sevilla es la gloria; y que «la Semana Santa es la gran verdad y la gran mentira». Aplausos cerrados, risas y silencios. Una bendición final y El Pájaro, de nuevo, volando con La Pura Concepción, de Silvio.

Solo quedaría reflexionar, después de lo contemplado, si quienes estábamos allí no éramos, en realidad, los ortodoxos y los heterodoxos son todos esos que se inventan una historia que no existe. Núñez de Herrera dijo que la Semana Santa no tiene historia y Howard Becker advirtió que los outsiders son los que inventan las normas. La Semana Santa de Sevilla es popular y populista, no tiene más reglas ni tiempo pasado ni futuro -«la Semana Santa buena es la que está por venir»-, no está escrita ni existe más allá de la memoria. Por eso, en palabras del pregonero, «no existe religión, ni dogma, ni credo que recoja las maneras en las que siente mi pueblo».