gp-jmserrano

A ti siempre te ocurrió algo. Yo te enseñé que la vida de un hombre se resume a recordar lo que echó de menos una vez. Una rueda constante que tenía mucho de ida, mucho de ti, y poco de poder. Que tú no sabías que en los días más fríos las calles te abrazan, y en los calurosos también, aunque vuelvas la cara de forma egoísta, porque tú sabes quién puede ser egoísta aquí.

Esos ojos de nonchalant hacen lo que pocas personas pueden: echar de menos mientras se disfruta, mientras se ama, mientras se admira la belleza. Es lo que tiene. Alguna vez comprendimos que a la muerte se va dignamente. Aquella voz de autoridad femenina, esa mujer de cabellos rubios rizados, siempre que te veía salir a la calle sin abrigo sentenciaba ‘ahí vas, sin atacar ni abrigo, parece que vas a coger la muerte’. 

Y allá que te alejas en la cercanía del hogar. Cuando el padre te despide con ojos y carita de adiós -ay, Federico- y se traga las lágrimas. Pero nos gusta el frío. El frío de tiniebla, el rumor de escalofrío, los pasos que se pierden buscando esa perfección hecha hombre digno camino de la muerte. El señor del Gran poder es ese abrazo de la ciudad cuando parece que todo está perdido. Nuñez de Herrera se pasea por las calles y su voz ronca rebota en tu cuello, ‘compadre, vamonos. Resulta que es verdad que Cristo se ha muerto’. 

Los efebos dejan lágrimas caer cuando acuden a ese Panteón a verlo, y los longevos dejan ir su vida cuando le ven pasar porque la vida misma lleva en sus pasos ese señor en su Gran Poder. El racheo de pasos es el crujido del alma cuando todo es oscuro como la noche misma y una vez ya te dijeron por quién doblaban las campanas que no crees escuchar. 

Estamos hecho del mar. Siempre el mar. Y buscamos las calles como las olas buscan la roca. Aquella noche se quedó en el paseo con nombre de descubridor y aquella mujer de ojos acuáticos dijo con los ojos un ‘te quiero’ que hizo que los espíritus de los poetas malditos volaran, porque parecía que ya no podía quedar más  amor en el mundo de esa ciudad interior, pero no es así. Allá que se tiro a la calle, niña, a romper sus ojos admirando la dignidad camino de la muerte de ese señor vecino de Becquer.

Hemos desarrollado tal capacidad de obviar lo emocionante que la ciudad no puede hacer otra cosa que vivir por nosotros. Al fin y al cabo todo fluye y rachea como el agua, y el ese señor de San Lorenzo, con su carita de adiós, es puro como el agua, agua que deja cenizas a su paso camino de la muerte.

Nacido en 1989 en Sevilla. Licenciado en Derecho por la Universidad de Sevilla y Máster en Tributación y Asesoría Fiscal por la Universidad Loyola Andalucía. Forma parte de 'Andaluces, Regeneraos',...