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La Archicofradía del barrio de la Feria cedió a Sevilla su Cristo para que presidiera el ejercicio penitencial más importante de toda la cuaresma.

Era la misma hora que marcan los relojes cada Jueves Santo cuando la cofradía de terciopelo negro y capas de lana merina en color marfil se pone en la calle. Casi copiando a Lorca, eran las cinco y cuarto de la tarde y la cruz de guía se plantó en el dintel de la capilla de Montesión, cuyo interior no dejaba el abigarramiento humano y artístico de cada Semana Santa.

La Virgen del Rosario contemplaba la escena desde su camarín de espejos policromados, vestida al modo hebraico con la singularidad y estilo que pone José Ramón Paleteiro a esta hermandad, la cual será su gran obra vital, al modo que lo fueron la Macarena para Juan Manuel o las Penas para Juan Carrero. Ante el retablo mayor, el protagonista principal de la jornada, el Señor de la Sagrada Oración en el Huerto, acaparando la atención de todos por multitud de detalles.

En el cortejo que le antecedía, además del estreno de la nueva bandera pontificia y los trajes de librea, destacaba el hecho de que las hermandades del Jueves Santo quedaban representadas por unos cirios morados con sus escudos pintados en la cera, obra del prioste del Silencio, Antonio Daniel Comas. Seis ciriales con codales del mismo color antecedían a la imagen del Señor, que parecía mirar el Calvario que le aguardaba en el rostro del Cristo de la Salud, que permanecía en la capilla tras haberse prorrogado su Vía Crucis tradicional al próximo sábado para permitir una mejor preparación de este traslado a la Santa Iglesia Catedral.

Salió el Señor y lo llevaban los costaleros de la hermandad, como ocurre cada primero de noviembre con la Dolorosa titular cuando sale en Rosario de la Aurora. Tenían la mecida justa, ensayada y aprendida echando al hombro esas andas que se convierten para la Virgen del Rosario en palio protobarroco salido también de las manos de Paleteiro. Para esta ocasión, escoltaban al Señor los cuatro candelabros esquineros de su paso, en un alarde ornamental nunca antes visto en este tipo de andas de traslado. Algunos incluso auguraban la presencia del ángel confortador, pero Montesión y Paleteiro conocen el sentido de la medida que ha de primar en este tipo de actos penitenciales.

Sonaba la música de capilla y la escolanía salesiana de la Trinidad cantaba lo que veían nuestros ojos «Jesús está en oración en un huerto sevillano…Capilla de Montesión, donde el alma se hace flor en la oración de tus manos». La música, del maestro Rafael Bermúdez, parecía rogar por la pronta recuperación del organista de San Bernardo, aquejado recientemente de problemas de corazón. Y las almas de Montesión se hacían flores en ese monte elevado puesto por Ramitos con flores traídas de lejos para una ocasión tan especial.

A lo largo del recorrido, fueron contemplándose otros detalles y estrenos: los faldones, bordados por OroBrenes; los apliques de orfebrería de los antiguos respiraderos del paso de Virgen y otros nuevos con atributos de la pasión, conjuntando con la reliquia y el llamador, elementos del palio que acompañaban a Jesús Orando en el Huerto…Nada se puede decir que estuviera lejos o fuera del canon. La túnica bordada del Señor, restaurada recientemente, dejaba claro que en solemnidades como ésta, las imágenes de Jesús piden túnicas que realcen la realeza y divinidad de aquel que se abajó de su rango y pasó por uno de tantos para alcanzarnos la redención.

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Desde las hermandades del barrio, que incluye las feligresías de Omnium Sanctorum, San Andrés, San Martín, San Juan de la Palma y San Pedro, al que pertenece la corporación, hasta otras vinculadas con la hermandad, como el Rosario de San Julián o la Oración en el Huerto de Zafra, otras muchas corporaciones echaron el hombro para llevar al Señor. No faltó el Ilustre Colegio de Notarios, actual propietario de esa iglesia de Montesión, enorme y ahora desacralizada, que podría poner solución a muchos de los problemas de espacio que tiene la hermandad hoy día. Entre todos ellos, portaron las andas por las calles de un itinerario medido, tanto a la ida como a la vuelta, con escasas concesiones a la novedad fulgurante más que las precisas por la geometría del callejero.

Arribó a la Santa Iglesia Catedral a la hora prevista para iniciar el ejercicio, que mantuvo al cortejo en las naves catedralicias por noventa minutos. Durante esa hora y media, las estaciones, señaladas y enunciadas por hermandades de la Semana Santa, hicieron patente la desigual presencia de hermandades de gloria y sacramentales en el que es Vía Crucis de todas las hermandades de Sevilla. Al final de la lectura, arribando el Señor al altar mayor, tuvieron lugar las palabras del arzobispo con las que se puso cierre a la plegaria de la Pasión de Cristo.

Iniciado el retorno se mantuvo el interés de los suyos, de la gente de Montesión, con un Cristo que volvía al barrio de la Feria tras entregarse a toda Sevilla, que depositó sus plegarias en esas manos, grandes, de modelado tierno y venerable, que enraízan esta imagen con la mejor producción del Barroco hispalense. Poco antes de la medianoche, la capilla de Montesión volvía a abrir sus puertas para acoger al Cristo de la Oración. Allí, el ángel confortador, la Virgen del Rosario, la vidriera en la que vemos la escena de Getsemaní, los hermanos y los fieles parecían repetir quedamente la frase que se fue enredando por el aire de Sevilla durante toda la tarde. Esa que los ojos al cielo del Cristo derramaban: «No se haga mi voluntad, sino la tuya».

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Sevillano habilitado por nacimiento, ciudadano del mundo y hombre de pueblo de vocación. Licenciado en Historia del Arte que le pegó un pellizco a la gustosa masa de la antropología, y que acabó siendo...