francis-segura-1-julio-2016

Saben ustedes que evito escribir en esta Rueda de cofradías, porque yo no he venido aquí a hablar de mis libros, porque no me siento un Paco Umbral del palco y la chicotá.

Sin embargo, a veces, cuando me lo piden las instancias superiores o cuando veo que es el momento, cambio el tercio; calando el chapeo tercio la espada y, al revés que el chulapón de Cervantes, sí dejo que haya algo…que decir y que sentir.

Anoche fueron las elecciones al Consejo de Hermandades y Cofradías. Dos candidatos de peso y de altura, Enrique Esquivias y Joaquín Sáinz de la Maza, midieron fuerzas en un cónclave cofradiero que mantuvo encerrado al G120 de las cofradías por dos horas en la calle San Gregorio. Algunos éramos tenientes de hermano mayor, otros fiscales…pero la gran mayoría de hermanos mayores, de cofradías de peso y de otras menos conocidas, ocupaba la sala de plenos con la idea muy clara sobre qué Consejo había de ganar.

No daré detalles que se salgan de la opinión, porque eso es tarea de los cronistas cofradieros. Lo que hoy escribo lo hubiera dicho igual, aunque no hubiera tenido la circunstancia inesperada de acudir a votar representando a una de mis hermandades. Ha ganado el Consejo, como entidad, como institución, como casa, como historia y como legado que las cofradías mantienen vivo en una dinámica que va más allá de la representatividad ejercida democráticamente y del voto censitario que ha de ejercerse en el contexto de una confederación de hermandades y cofradías.

No estaban en juego realmente vía crucis, pregones de gloria, convivencias de secciones…eso es demasiado epidérmico para fundamentar en ello la inclinación sutilísima de la balanza a favor de Joaquín Sáinz de la Maza. Se demostró ayer que las hermandades quieren un Consejo vivo, siempre abierto, siempre trabajando, y que la independencia de las corporaciones y la no-injerencia de un Consejo formado por notables no gusta a todos.

El voto de las hermandades de gloria sigue teniendo un peso importante, porque no hay votos colegiados ni acordados, sino una misma voluntad y un mismo sinvivir, en el que ayuda mucho un Consejo atento y dispuesto a ayudar a las corporaciones que lo necesiten. El voto de las penitencias, por lo que desprenden los resultados, muy posicionado con Enrique Esquivias, lo que en cierta manera se puede entender de muchos que han sido con él miembros del Consejo mientras ostentaban el cargo de Hermano Mayor o por pura solidaridad cofradiera. El voto de las sacramentales, seis o siete, no ha discernido mucho, pero algo dividido entre la antigua escuela y los jóvenes reformadores de pasados envueltos en alcanfor.

Ha ganado el Consejo, que va a seguir siendo una casa de puertas siempre abiertas, con un personal decididamente al servicio de quien acuda a San Gregorio a rezar, a encargar una misa, a pedir un boletín o a conocer algún aspecto concreto de la institución. Ha ganado el Consejo, y esa victoria del Consejo para mí vale porque no tiene nombres, pero vale mucho más porque va firmada por Joaquín Sáinz de la Maza.

A la rueda, señores, los que han apostado por mantener la fuerza de un Consejo que se creó para unir a las hermandades, para estimularlas y mantenerlas ejercientes de unos derechos que les corresponden desde siempre, y para ello han votado en conciencia. A la rueda, por el lado malo, los que no han sabido entender que el Consejo no es ningún señor feudal, sino que está ahí para servicio de todos. El Consejo ha ganado, y es una pena que eso no salga en las crónicas de la prensa morada. Pero esa es la única y la gran verdad del 30-J cofradiero.

Sevillano habilitado por nacimiento, ciudadano del mundo y hombre de pueblo de vocación. Licenciado en Historia del Arte que le pegó un pellizco a la gustosa masa de la antropología, y que acabó siendo...