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Venga usted de donde venga, y sobre todo vaya usted a donde vaya si la navegación le llevó a este puerto puede que ande buscando lo que ya mismo se convertirá en una cursilería, pero que de momento parece que no está muy manoseado.

Me refiero a lo que algunos llaman el duende del capirotero con inquietudes, a ese pellizco que cuando menos se lo espere fusionará sus atávicas creencias con las calles que pisa.

Miarma, vamos al lío.

Igual viene usted de palpar la religiosidad popular de un barrio entorno a su parroquia como ocurre en el Tiro de Línea con su Cautivo en el primer viernes de marzo, o descubrió las otras caras de hermandades del extraradio cuando cambian cornetas por oboes en recogidos viacrucis por Alcosa o Pino Montano, o perdiéndose en la Sevilla intramuros callejeó sin GPS por la judería buscando al Señor de la Ventana de la Puerta Carmona, o quizás el domingo por la mañana disfrutó, botellín en mano, de la mudá en San Juan de la Palma que ya Peyré definiera magistralmente con «sus personajes bajo fundas blancas, que aparece por el ángulo de un balcón como un navío fantasma, gira y embotella la callejuela, en medio del tumulto, imagen que uno no olvida jamás». Si no fue así, le recomiendo no demore mucho más el pasear por sus calles y entrar en sus iglesias, abiertas más que en ninguna otra época y absorba todo lo que los sentidos le permitan.

Para esta semana que entra, si me lo permite ¿le pilla muy lejos Triana? en el traslado de vuelta de la Esperanza hay que estar al menos una vez. Allí podrá sentir en directo la forma de entender cada acto cofrade que sale a sus calles. Empatice con lo que le rodea. Viva. Estará deseando volver a cruzar el puente.

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Muchas veces, entre semana, pasadas las nueve de la noche, las calles van perdiendo el bullicio comercial y se van quedando solas. En cualquier esquina puede toparse con un ensayo de costaleros o con una fila de jóvenes transportando enseres desde el almacén a la capilla para el montaje de un besamanos. Entre semana, si puede, remolonee alrededor de una pequeña capilla de la ronda histórica y quizás tenga la oportunidad de ver con discreción la subida de un crucificado del siglo XVII. Entre semana, puede también mimetizarse entre las columnas de un templo de fachada manierista para ver como suben a su maravilloso paso de palio a la Virgen del Socorro. Entre semana busque como se va conformando ese otro palio que revestirá a la ciudad abriendo su primavera, busque la luz del atardecer. Busque, busque.

Y así se plantaría sin resuello en otro viernes de marzo. Usted sabrá donde tiene que ir a merendar y darse el gustazo de capillear sin reloj pero sin pausa. Usted sabrá lo que hace. No olvide que una torrija asienta los cuerpos cansados.

Y el domingo, en pocos sitios se podrá entender mejor lo que está por venir que en el convento de los mercedarios en San Gregorio sumergiéndose en el entorno único del Cristo Yacente. Entrando, a la derecha estará el paso de la Canina montado. Eso si que es un pregón.

¡Que poco quea!