Ya se va echando el telón. No te vas pero se te echa de menos. Por desear, cualquiera desearía flotar siempre en ese azahar y vivir día tras día esa pasión, muerte y resurrección. Y no nos dijiste que eso no fuera posible.
Siete días que parece un segundo e injusta es esa ley metafísica que dicta que siete días son un segundo. Has tenido al hombre muerto en tus manos y rápido lo lanzas de nuevo a la vida.
En tu alma queda lo inerte y lo inmutable, nada volátil queda. Queda siempre lo vivido y lo que siempre te repiten para que no lo olvides. Tu vida son tus calles y El Niño que con la mirada pregunta porqué. La fe y la estética que no riñen para describir lo que sucede.
Corazón que es el hombre Dios en la ciudad vivo de mil maneras: Camino a la muerte, caído una, dos y tres veces, muerto, expirando y amortajado. Alfa y Omega, principio y fin. Se te tiene en los labios y un hombre no es nada hasta que no dices su nombre y no se pega a tu piel; tu eres todo si tu nombre permanece guardado en el mejor rincón de la memoria.
Te conté que pasó estos días en tu vida. Te conté mil vidas con fatal y necesario destino y ahora que nos conocemos, haciendo balance de esta Semana Santa, solo podemos decir -como escribió Machado- que no hemos hecho otra cosa que recordarnos. Nos conocemos de toda la vida y cada día me vuelves a decir tu nombre y a levantarte con una luz distinta. No te vas, te quedas y has bajado el telón de la ansiedad y las emociones hasta el próximo año. ¿Quién eras? En tí queden recreados los días y las memorias…Sevilla.