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El Miércoles Santo apenas se oía como un murmullo en la lejanía hasta que vino a estamparse contra Sevilla en una incandescente jornada, donde el sol supo como nadie dar todavía más lustre al brillo de las doradas canastillas.

El peregrinar de los sevillanos camino de los templos se iniciaba de buena mañana. En el interior de éstos el batiburrillo tempranero de abanicos predecía que las aceras volverían a rebosar en un día en el que, nuevamente, la sombra se convertiría en el bien más cotizado para mitigar la espera.

Cuando aún no pasaba la una del mediodía buscar el cobijo de los naranjos de la calle San Bernardo parecía maniobra obligada. La penitencia de los nazarenos se acrecentaba por el puente al cebarse la implacable fuerza de la tarde sobre el manojo de negros capirotes que ansiaba desembocar en lo angosto de Santa María la Blanca. A las dos de la mañana el palio enfilaría la puerta de la parroquia a los sones de Macarena de Abel Moreno cerrando una estación de penitencia en la que de nuevo el barrio pareció cobrar una vida de la que no goza el resto del año.

Horas antes La Sed también buscaba el centro entre eternas avenidas. El centelleo del palio impresionaba casi tanto como su apresurado caminar al ritmo garboso de las marchas que iba tocando la Oliva de Salteras, mientras que la Virgen acurrucaba entre sus manos uno de los estrenos más reseñables de la salida: una nao de cristal y piedras preciosas que los hermanos han ofrendado a su venerada titular como metáfora de la Iglesia como salvadora de nuestras vidas.

Sobre el albero de la Maestranza el calor plomizo caía sobre los nazarenos azules que se apresuraban en tomar los cirios para situarse en sus respectivas filas. Es fiesta en el Arenal y la plaza de toros cambia matanzas por la ilusión de emprender el mismo recorrido que la Caridad del Baratillo. Un año más no cupo un alfiler en Adriano y en sus recoletos aledaños, ni a la ida ni a la vuelta de la Piedad que acompañada por los sones de el SoL aumentó ese mito inmortal de las cofradías que se abren paso bajo el Postigo.

Carmen Doloroso, Lanzada y Buen Fin convertían las calles próximas a la Alameda en un hervidero cofrade. Qué de gente buscando y encontrando a los cortejos en su discurrir por el ovillo de calles que terminan desembocando en el Duque. No pudo ser más acertado el cambio de itinerario del Buen Fin a la vuelta, por Daoiz y García de Tassara, que hicieron más grandioso si cabe el eco entre estrecheces de los tambores macarenos de la Centuria. La corporación de San Antonio logró superar el problema surgido con la cruz del paso de Cristo que retrasó la salida de la cruz de guía sembrando una incertidumbre que revoloteaba curiosa en las proximidades de Eslava.

Siete Palabras y Panaderos pusieron el broche a un día sin excesivas incidencias donde los retrasos volvieron a ser lo más destacado. Casi una hora al paso por la avenida de la Constitución acumuló la hermandad de la calle Orfila que salía de Catedral bien pasada la medianoche. Cientos de sevillanos se congregaron en la plaza del Salvador para ver cómo el misterio del Prendimiento ganaba metros en dirección a la capilla de San Andrés entrada la madrugada. Tales retrasos, un día más, plasman cristalinamente que algo puede ser ampliamente mejorado en lo que a organización de horarios se refiere, cuando quieran y tengan a bien los señoritos de la calle San Gregorio, por supuesto.

Galería de imágenes del Miércoles Santo

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Imágenes de: Elu Luceño, Miguel Arco, Ángel Vílches, Laura Contreras, Carlos Álvarez, Jose Carlos González, Mercedes Serrato, Pilar Delgado, Christopher Rivas, Álvaro Ballén, Álvaro Ceregido y Candela Vázquez.