iglesia salvador

Puestos a imaginar, imaginemos que la luna estaba llena. No lo estaba. Si lo estuvo en aquella madrugada del 30 de marzo de 1961 en Teotihuacán, México. El poeta se levantaría no sabemos a qué hora, pero si sabemos lo que nos dejó aquel día.

Cernuda escribió en aquella madrugá de 1961 uno de los poemas de más bella factura que jamás se hayan escrito y esa efeméride pasa casi de puntillas por la memoria de cualquier habitante de la ciudad.

Cernuda dibujó en Ocnos una ciudad incomparable, ideal; una ciudad que se enseña como la enseñan los abuelos, como la enseñan los padres. Una ciudad que se observe desde donde se observe puede criticarse y amarse a la vez. Así era el poeta, y desde la distancia en su exilio mexicano imaginó una noche que muchas veces vivimos y solo una nos enseñan.

Luna llena en semana santa raya lo surrealista pero rebosa realidad. En estas que nos preguntamos qué es la realidad. La realidad es contar la muerte y ser teatro que ofrece una sola función de realidad que año a año es irrepetible. ¿Cómo comprender la muerte de un hombre justo? La ciudad se viste de funebre y alegre gala y en ese contraste nace y muere un lunes de Luna que no está llena… pero que si está llena.

Nadie puede decir cuál es la justa medida de las cosas; nadie puede decirnos que un 30 de marzo no puede ser madrugá. Viviendo en el lugar en que cada día la muerte y la alegría inundan las calles a partes iguales, se puede elegir qué luna hay y cuan invencible podemos ser. El Cristo de la Vera Cruz viene muerto en la cruz y es entonces cuando podemos preguntarnos si todo ha acabado. Y no ha acabado. Aún queda muerte en la ciudad y Jesús de las Penas cae al suelo como gritando el nombre del poeta para que este vuelva.

La noche envuelve las calles. No queda alegría en las calles y las lágrimas de la virgen de los Dolores parecen las nuestras, pues a pesar de los 2000 años que separan una escena de la otra, no se entendía entonces la muerte de un hombre justo y tampoco hoy se comprende. Al margen de la fe, es indiscutible el paralelismo, y es impresionante como en una semana, una ciudad cuenta todo lo que ocurre en la vida.

A la sombra de lo eterno muere el señor de la Expiración del Museo, retorcido en sí mismo preguntándose porqué su padre lo abandona. La virgen de las Aguas nos traslada a otra época, a aquellos años mozos de Cernuda, a esa semana santa añeja que no vivimos, que no recordamos pero que se nos regala cada año. Cada imagen tiene su identidad propia y todo es algo más que la propia vivencia; pues en lo profundo del breve abismo del ser vive el sentimiento que sin querer aflora.

El sentimiento que sin querer aflora es ni más ni menos que la esencia de los días. Existe una extraña raza que critica y a la vez ama a la ciudad. Se les puede llamar raros, pero tienen un don de la ambivalencia que la mayoría no tienen. Amar y odiar lo bello es fundirse en lo lógico de lo incomprensible. Probablemente se ame a la ciudad y se le odie porque no pueda darnos más muerte y belleza de lo que la urbe quiere permitirse. Traición, Judas besa a Jesús y este sabe que su muerte queda escrita y allá en el Postigo dejó su alma un costalero de las Aguas que cada año en este día escucha el Ave María de Caccini mientras su alma divaga por la ciudad.

¿Hablábamos de la nostalgia?, ¿Hablábamos del propio yo?, ¿Hablábamos de las propias creencias? Nada vale hoy en estos días, pues se aprende con alegría lo mejor y lo peor de la vida y nuestra mente para siempre lo contendrá. Al fin y al cabo, se mira al cielo y se vive de los recuerdos propios. Recuerdos que son eco, ecos que son leyenda. Y al final, nos damos cuenta que de todo fue culpa un error de un sueño cobijado en lo eterno… Quizás allí, Luis, esté tu Arcadia y ahí, junto al Dios de la ciudad, estés.

A Luis Cernuda y a P; porque la luna os hace invencibles.

Nacido en 1989 en Sevilla. Licenciado en Derecho por la Universidad de Sevilla y Máster en Tributación y Asesoría Fiscal por la Universidad Loyola Andalucía. Forma parte de 'Andaluces, Regeneraos',...