El señor de la Salud en la Campana, rumbo a la Anunciación por la lluvia / Juan Carlos Romero

La lluvia apareció cuando amanecía y rompió una jornada de multitudes, con grandes momentos por las calles de Sevilla.

Parecía que sí, que tras un Jueves Santo al completo Sevilla iba a brillar con luz propia durante su Madrugá. Todo era perfecto hasta que se pronunció la lluvia, cayendo ya la mañana, y borró el adjetivo “pletórica” de los titulares. De todo a muy poco en apenas cinco minutos. Un aguacero a eso de las 08:00 del Viernes Santo y a hablar de otra cosa que no fueran los olés a la Macarena o el retraso de tal hermandad en Campana.

El agua hizo olvidar la mágica estampa del nazareno del Silencio por Alfonxo XII, muriendo ya una saeta de Manuel Lombo. O la de la María Santísima de la Concepción ante un enmudecimiento sepulcral, de los que erizan la piel sólo por ser un fenómeno tan utópico en pleno centro de una gran urbe.

Tampoco recordará la historia cofrade el cabreo de algunos trianeros por el fugaz discurrir de sus pasos camino del Puente de Triana. Una marcha en el Altozano, y adiós a tambor, porque había que darse prisa para no perjudicar al Gran Poder, que olisqueaba la lluvia desde antes de partir de San Lorenzo. Pero qué elegante iba la Esperanza, levantando aplausos en cada levantá. Poco lucimiento más le hacía falta.

El cielo aguó la memoria también del Cristo de Los Gitanos bajando por Orfila. Más de una hora hizo esperar al respetable en la mágica esquina. Pero mereció la pena: el oscuro nazareno se mueve siempre al son de una marcha, muy delicadas sus andas. No defrauda.

Una Madrugá que no ofrecerá imágenes del rechineo de los costaleros del Señor de Sevilla por la Gavidia, poco antes de mojarse un poco. Sí, la naturaleza no respeta ni a los más mayores. Ni si quiera al Calvario, que apenas se inmutó cuando hizo acto de presencia el fenómeno meteorológico por excelencia durante esta Semana Santa.

Que si idas, que si venidas. Que si Catedral, Anunciación o Salvador. Eso llegó luego, para amargarnos la fiesta. Pero que no se olvide que hasta entonces, Sevilla lució sus mejores galas en una Madugá, sí, de esta crónica no la borran, una Madrugá pletórica. Una noche que, sin embargo, no tuvo un final feliz.

www.SevillaActualidad.com