zapato-perdido-mercedes-serrato-semana-santa-2012

Uno de los  primeros Domingos de Ramos que recuerdo está a fuego en mi memoria por un hecho que no es estrictamente cofrade. O sí.

Viendo La Cena por la calle Imagen empecé a estar cansada como la niña que era, y por ello mi padre me cogió en brazos. Recuerdo ver pasar sincronizadamente los altos capirotes blancos y de ese modo me dormí. Lo siguiente que recuerdo es que, al despertar, no podía andar por mí misma, había perdido un zapato, una manoletina del par que iba estrenando aquella jornada.

Hoy pensamos que el día iba a unirse al triste recuerdo que conservamos de la Semana Santa del año pasado, un terrible día lleno de lluvia, decisiones difíciles y algunos desatinos. Porque sí, sacar una cofradía a la calle mientras llueve es poco menos que un disparate. Por más ganas que se tengan de que tu Virgen llore por las calles de Sevilla, siempre será mejor que lo haga seca dentro del templo. Porque no era ya una cuestión de predicciones y posibilidades, abrir la puerta de la Iglesia y ver el agua caer no tiene más reflexión, o no debería tenerla.

Pero finalmente el día se arregló. Era un Domingo de Ramos algo atípico, pero cruzó la Estrella el Puente, volvimos a ver esa entrañable estampa de la Borriquita con el Cristo del Amor y la Virgen del Socorro; Simón de Cirene volvió a auxiliar a Jesús por las calles de Sevilla y, por supuesto, todo se llenó de Amargura y olor a azahar mojado.

Entonces, cuando este extraño y efímero día se terminaba, tras ver al Silencio Blanco enfilar La Araña, allí estaba, en la esquina con Cuna, el zapato, el zapatito de otra niña que seguramente iba de estreno y que puede que agotada de cansancio, cerrara los párpados ante el desfilar de altos capirotes blancos.

www.SevillaActualidad.com

Técnica Superior en Integración Social, Graduada en Trabajo Social, Especialista Universitaria en Mediación, Máster Oficial en Género e Igualdad. Actualmente Doctoranda en CC. Sociales; investigadora...