Via Crucis de las Cofradías 2019 /José A. Martín

Han tenido que pasar 43 años para que el Cristo de la Conversión presidiera el Vía Crucis de las Cofradías, justo en el año que se conmemora el 400 aniversario de su hechura por parte del insigne imaginero Juan de Mesa.

En una tarde de lunes, primero de Cuaresma, más propia de la primavera climatológicamente hablando, a las cinco y media de la tarde se abrían de par en par las puertas de la capilla de Montserrat y comenzaba a salir el cortejo con 300 hermanos con cirio escoltando al Crucificado, que iba imponente elevado en vertical a una altura perfecta. Igualmente, la imagen portaba un antiguo juego de potencias de plata, con cantoneras de la cruz y la leyenda del INRI del mismo estilo.

Para tal ocasión se habían dispuesto unas andas especiales en las que se integraban la crestería dorada del paso de la Pura y Limpia del Postigo, junto al llamador del paso de la Virgen y los faroles de las esquinas del paso del Cristo de la Expiración del Cachorro. El exorno floral estaba compuesto por iris morados, rosas lavandas, cardos y calas en color berenjena.

Tanto en la salida como durante todo el itinerario hasta alcanzar la Seo Metropolitana, numeroso público se dio cita para acompañar al cortejo. Acompañaba también la imponente talla, mucho más que otros años, porque esta imagen sí guarda esa impronta de la que tanto hablan los historiadores del Arte. Las voces blancas de la Escolanía de María Auxiliadora pusieron la nota musical al Cristo de la Conversión durante su traslado a la Catedral.

A las 19:45 la cruz de guía atravesaba el dintel de la Puerta de Palos. Una vez allí, siguiendo el guión previsto, a las 20:00 horas comenzaba el rezo del Vía Crucis. La lectura de las estaciones fue llevada a cabo por hermanos de las cofradías de la Corona, Bellavista, la Amargura, el Amor, la Vera Cruz, el Cerro, los Estudiantes, San Bernardo, el Cristo de Burgos, la Quinta Angustia, el Calvario, los Gitanos, los Servitas y, por último, Montserrat.

El Piadoso ejercicio del Vía Crucis fue aplicado especialmente «por la conversión pastoral y misionera de la Archidiócesis, y el crecimiento del compromiso evangelizador de las hermandades, siendo verdaderas escuelas de formación y de vida cristiana». Como culminación del acto, el arzobispo auxiliar de Sevilla, monseñor Santiago Gómez Sierra, ocupando el lugar de monseñor Juan José Asenjo, que lleva varias semanas recuperándose de una operación a la que fue sometido recientemente, realizó la tradicional reflexión final en la que instó a los allí presentes y a la Sevilla cofrade en general, a «vivir una Semana Santa llena de verdad y de Dios; llena de sentido comunitario y también con fuerza como expresión pública de nuestra fe».

En torno a las 21.45 horas abandonaba la Catedral el cortejo y comenzó un traslado de regreso similar al que realiza la cofradía cada Viernes Santo. El Cristo entró en la capilla de Montserrat a las 23:15, culminando así una jornada que quedará en el recuerdo de sus hermanos y de la ciudad de Sevilla.

Licenciado en Geografía y experto en Ordenación y Gestión del Desarrollo Territorial y Local, desarrolla toda su formación en la Universidad de Sevilla. Actualmente trabaja lejos de su campo de estudio,...