Tras recorrer durante durante ocho horas las calle de la Aldea en las procesión extraordinaria por el centenario de su coronación canónica por Roma en 1919, la Virgen del Rocío volvía de nuevo a su ermita a las 8:00 de la mañana. 

Una procesión atípica pero igual de multitudinaria que comenzó a las 23:52 de la noche del viernes, cuando los almonteños saltaron la reja para sacar a la Virgen a las calles de la Aldea.

La Patrona de Almonte lució igual que lo hiciera en aquel histórico día, cuando fue coronada en el Real del Rocío, el traje de los Montpensier, donado por la entonces condesa de París, Isabel Francisca de Orleans y Borbón, mientras que el Pastorcito viste a juego. Del mismo modo, portó la corona de la coronación, realizada con las donaciones de los rocieros de principios del siglo XX, el rostrillo de Muñoz y Pabón y las ráfagas de puntas de martillo o redondas.

Las flores que han acompañado al vestido son de talco esmaltadas a color, confeccionadas por José Manuel Vega. El paso lució engalanado recordando imágenes de las romerías del Rocío del siglo XX.

La Virgen también lució algunos estrenos, un broche, el escudo pontificio de San Juan Pablo II, al cumplirse 25 años de su visita, donde aparece la frase que dijo desde el balcón del Santuario “Que todo el mundo sea rociero”, donado por una familia de devotos de Almonte, que lo ofreció en acción de gracias, y otro de oro e incrustación de piedras rojas y verdes, con la forma del anagrama de María, rematado con la corona real, basado en el anagrama mariano que luce el simpecado de la hermandad en la parte trasera.

Una de las novedades más destacadas en el paso han sido las bambalinas realizadas por el bordador jerezano Fernando Calderón, cuyo tejido reproduce un dibujo del siglo XVIII llamado modelo San Felipe, compuesto por espigas de trigo y un entramado variado de flores silvestres. Muestra una gran variedad de elementos decorativos antiguos ofreciendo una estética propia de finales del siglo XIX.