Investigadores de la Universidad de Granada han diseñado una serie de dispositivos para proteger a los edificios de los efectos de los terremotos. Se trata de unos disipadores de energía, que reducen la demanda de deformación y esfuerzos producidos por el seísmo mediante el aumento del amortiguamiento estructural, haciendo que el daño disminuya en un 50% en las estructuras que los llevan.

Sara Montilla/Sevilla Actualidad. El equipo de investigadores del Departamento de Estructuras e Ingeniería Hidráulica de la Universidad de Granada están trabajando en el diseño de disipadores de energía, es decir, unos dispositivos que hacen que las estructuras de los edificios soporten mejor el movimiento durante un terremoto.

Se trata de un Proyecto de Excelencia de la Consejería de Innovación, Ciencia y Empresa dirigido por el profesor Amadeo Benavent, que ha recibido una financiación de 569.668 euros.

Los expertos de la Universidad granadina han propuesto tecnologías de bajo coste, fáciles de instalar y con sistemas para evaluar su vida útil.

Estos disipadores de energía están muy extendidos en países como Japón, Estados Unidos y algunos europeos gracias a que reducen la vulnerabilidad sísmica en estructuras proyectadas con normas sísmicas antiguas. En el caso de construcciones de nueva planta, mejoran y aumentan los niveles de comportamiento para que no concentren el daño en el disipador y protejan de esta forma al resto del edificio.

La novedad de los dispositivos que están desarrollando en la Universidad de Granada radica en mejoras como su bajo coste, su facilidad de instalación o su capacidad límite (la posibilidad de saber cuándo van a romperse). Otra de las principales novedades es que, hasta ahora, los disipadores dañados tras el seísmo se sustituyen por otros nuevos, pero los investigadores han propuesto esta vez unos dispositivos que permitan diagnosticar el daño que han sufrido y decidir si es necesario o no sustituirlos.

El método que se ha utilizado para desarrollar los nuevos disipadores tiene una parte experimental y otra de análisis. La primera incluye ensayos dinámicos en una mesa sísmica instalada en el Laboratorio de Estructuras de la Universidad a finales de 2008, un sistema que permite simular terremotos reales sobre modelos a escala de edificios y evaluar la eficacia de los disipadores.

Dentro del apartado numérico se incluye el tratamiento avanzado de señales y simulaciones numéricas con un nuevo modelo de daño ideado por los mismos investigadores en trabajos anteriores. Con él se pretende predecir la resistencia sísmica de las construcciones, es decir, qué cantidad de energía son capaces de absorber los edificios sin derrumbarse.

La investigación se completa con una línea de actuación centrada en marketing industrial orientada a facilitar la implementación del nuevo producto en el mercado. Según explica el investigador responsable, Amadeo Benavent, pretenden «plantear un modelo mediante encuestas a profesionales como ingenieros y arquitectos, con el objetivo de crear una tecnología con sello andaluz para exportar al ámbito nacional y extranjero».

LA DISIPACIÓN DE ENERGÍA

La disipación de energía se logra mediante la introducción de dispositivos especiales en una estructura, con el fin de reducir las deformaciones y esfuerzos sobre ella. Estos dispositivos reducen la demanda de deformación y esfuerzos producidos por el seísmo mediante el aumento del amortiguamiento estructural.

La disipación de energía se suele concentrar en los extremos de los componentes estructurales debido, entre otros motivos, a la facilidad de proporcionar detalles que incrementen su adaptabilidad. Como resultado los esfuerzos inducidos por el seísmo en la estructura pueden ser hasta un 50% menores que los correspondientes a la estructura sin disipadores.

EL ORIGEN DE LOS TERREMOTOS

Un terremoto es una sacudida del terreno que se produce debido al choque de las placas tectónicas. Su origen se encuentra en la acumulación de energía que se produce cuando los materiales del interior de la Tierra se desplazan buscando el equilibrio.

Aunque las actividades tectónica y volcánica son las principales causas por las que se producen los terremotos, existen otros muchos factores que pueden originarlos, como el desprendimiento de rocas en las laderas de las montañas, variaciones bruscas en la presión atmosférica por ciclones e incluso la actividad humana.

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