Investigadores de la Universidad de Sevilla determinan en un estudio dirigido por el catedrático Carlos M. Gómez, que sobre los 20 años se producen cambios topográficos, de frecuencia y amplitud en el encefalograma humano.

Expertos de la Universidad de Sevilla afirman que la estructura interna del electroencefalograma humano o medición de la actividad eléctrica del cerebro en jóvenes de entre 20-26 años, presenta una variación en parámetros de topografía, frecuencia y amplitud. Según los estudios realizados, esta actividad eléctrica está completamente desarrollada a los 9 ó 10, aunque presenta cambios en los parámetros antes señalados, lo que permite a los investigadores estudiar la maduración cerebral en el niño y su relación con su posterior desarrollo cognitivo.

El grupo de investigación de Análisis Biológico de la Conducta de la Universidad de Sevilla está llevando a cabo el estudio del desarrollo del electroencefalograma espontáneo en el niño con el objetivo de conocer si existe o no alguna relación con la posterior aparición de trastornos en habilidades como la memoria operativa o de trabajo. Este proyecto de investigación cuenta con la colaboración en el área clínica de la Fundación ICSE, (Profra. Amparo Alcalá) en trastornos de aprendizaje, y el IHP (Dr. Miguel Rufo) en déficit de atención y en él han participado un total de 160 personas o “donantes de ondas cerebrales” de entre 6 y 26 años.

El responsable de este estudio, el catedrático Carlos M. Gómez, destaca que es importante observar los esquemas cerebrales que se dan en las personas para profundizar en patologías de tipo psiquiátrico y psicológico así como en trastornos de tipo cognitivo.

En este sentido, analizan como el cerebro va creando modelos de la realidad externa y de qué manera estos modelos van cambiando según se le proporcione una información válida o errónea a la persona. “Hemos comprobado que cuando se le proporciona una clave correcta antes de que llegue el estímulo, el sujeto presta más atención en el siguiente ensayo mientras que cuando el estímulo es falso se pierde credibilidad y por tanto atención, tanto a nivel conductual como cerebral”, afirma Gómez. 

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