El monumento al escudo de Andalucía y la bandera, frente al Círculo de Artistas de Ronda, donde se celebró la Asamblea de 1918

Fue en la ciudad malagueña donde las aspiraciones autonómicas andaluzas se convirtieron en un movimiento político.

La ciudad de Ronda ha sido fundamental en las aspiraciones y la historia autonómica de Andalucía. Fue en este lugar donde el sentimiento de ser andaluz tomó carta de naturaleza política convirtiéndose en una reivindicación y la autonomía en un objetivo.

En la Asamblea de Ronda, celebrada los días 13 y 14 de enero de 1918, se adoptaron lo que Blas Infante denominó las «insignias» de la región: la bandera blanquiverde y el escudo, que representa a Hércules, acompañado por dos leones y flanqueado por las columnas del héroe griego, que la tradición sitúa en el Estrecho de Gibraltar.

Basta pasear por Ronda para entender la importancia que ha tenido la ciudad en la Historia de Andalucía. En la Plaza del Socorro, por la parroquia que hay en uno de sus laterales, se levanta un enorme grupo escultórico con el escudo de Andalucía, un Hércules de bronce con sus leones junto a dos columnas, que hasta hace no mucho presidía una fuente monumental en el centro mismo de la plaza. El monumento se encuentra justo enfrente del Círculo de Artistas, que es el lugar donde en 1918 se celebró la Asamblea de Ronda.

Blas Infante había nacido en 1885 en la localidad malagueña de Casares, a unos 50 kilómetros de Ronda. En 1910, tras estudiar en Granada, se convirtió en notario de la localidad sevillana de Cantillana y comenzó a frecuentar el Ateneo de Sevilla, donde en 1914 presentó su Ideal andaluz, en el que ponía de manifiesto la existencia de Andalucía como una región histórica con una cultura y personalidad propias, y que se considera la primera manifestación del andalucismo como movimiento político. Pero aún no había traspasado el plano teórico.

El propio Blas Infante impulsaría la creación del Centro Andaluz (1916) en Sevilla, que sería la institución que organizaría la Asamblea de Ronda de 1918, y fundaría la revista Andalucía (1916), que se convertiría en el altavoz de la causa regionalista y el órgano de difusión de las ideas promovidas por el círculo de Blas Infante.

Se eligió Ronda por su ubicación, próxima al cruce de Bobadilla, por el que atravesaban los principales caminos de la región en aquel momento, y que hoy sigue siendo punto estratégico para las comunicaciones en Andalucía.

En la Asamblea participaron unas 60 personas, procedentes de 39 localidades diferentes de toda Andalucía, Ceuta, Huesca y Madrid, según cuenta Enrique Iniesta en su libro Blas Infante, toda la verdad. Todo un éxito, teniendo en cuenta las dificultades que existían entonces para desplazar de un lugar a otro.

Por provincias, el grupo más numeroso procedía de Cádiz (14) y por extracción social, más del 60% eran miembros de cierta burguesía económica y profesional. No existen actas de aquellas reuniones, apunta Iniesta, sólo algunas crónicas de la revista Andalucía, que adelantaría unos meses la publicación del Manifiesto para la adhesión a la Asamblea de Ronda.

La reunión empezó desvelando que no existía entre los asistentes una idea clara sobre qué debía ser Andalucía, más allá de una conciencia generalizada de su atraso social y económico, del que se culpaba al poder centralista. Pero en cuanto el debate descendía de lo etéreo a lo terrenal, éste se tropezaba.

Blas Infante propuso, para salir del atolladero en el que aquello amenazaba con convertirse, tomar como punto de partida para el debate el proyecto de Constitución Federal de Andalucía que se presentó en Antequera en 1883, con más carácter regionalista que nacionalista, y posponer cualquier decisión a una próxima Asamblea, que se celebraría en Córdoba un año más tarde.

La mesa en la que se firmó el acuerdo de las «insignias» de Andalucía

El Manifiesto de la Asamblea de Ronda

El texto del manifiesto con el que la revista Andalucía convocaba a los andaluces a participar en la Asamblea de Ronda era el siguiente:

«Andaluces:

Ha llegado la hora de que Andalucía, la Región que siempre fue más civilizada de España y, en ocasiones, la Nación más civilizada del mundo, despierte y se levante para salvarse a sí misma y salvar a España de la vergonzosa decadencia a que han sido arrastradas durante varios siglos por los Poderes centrales, presididos por hombres inconscientes o malvados.

Es preciso concluir de una vez con la oligarquía nacional, representada por estos hombres. Hay que fortalecer la vitalidad de las Regiones y Municipios, reconociéndoles los fueros que a ellos corresponden por naturaleza, como fuentes de vida y prosperidad nacional. Hay que fomentar por el mutuo conocimiento, por la solidaridad ante los intereses propios de cada Región o Municipio, los lazos afectivos y de hermandad entre ellos, hoy aflojados por la arbitrariedad centralista, que oprime a los unos y a los otros suscita entre ellos recelos y rebeldías, con evidente peligro de la unidad de la Patria española.

A nosotros corresponde fortalecer Andalucía y los Municipios andaluces, unificando su fuerza para intimar con ella, como hace Cataluña, a los Poderes centrales, a fin de obtener de éstos lo que de grado no otorgan: instituciones de enseñanza, caminos, canales y reivindicaciones económicas y financieras debidas a la vida de nuestra región.

La dignidad de los andaluces exige la creación en Andalucía de un pueblo consciente y capacitado; exige el concluir de una vez, sea como sea, con los caciques y sus protectores los oligarcas; hay que evitar continúe siendo Andalucía el país del hambre y de la incultura; «la tierra más alegre de los hombres más tristes del mundo». Tenemos que tomar la tierra de aquellos que no la cultivan, para entregarla a los que deseen trabajarla, evitando con esto la espantosa emigración. Tenemos que educar urgentemente una generación de adultos, una generación de padres que concluyan en sus hijos las generaciones de analfabetos; tenemos que comunicar con carreteras a todos los pueblos de la Región; que fomentar el crédito industrial y rural; que regar nuestra tierra; que explotar nuestra riqueza minera; que poblar bosques, y que crear en todos los pueblos o comarcas instituciones de enseñanza técnica y práctica ordenadas al florecimiento de la Cultura, de las Artes, de la Industria, de la Agricultura y de la Minería.

Hay que concluir con la leyenda vergonzosa de la Andalucía de pandereta, vestida de colorines, esclava de caciques y prostituta de toreros. Para emprender esta obra es preciso, ante todo, fomentar el espíritu regional, el patriotismo regional, y para ello necesitamos de la unión estrecha, en un solo cuerpo y espíritu, de todas las provincias andaluzas.

Por esto, Centro Andaluz toma la iniciativa de congregarlas en Ronda, la ciudad más apropiada para este acto, por estar cerca de Bobadilla, punto de concurrencia de los caminos de la Región. Andaluces: Leed el programa Regionalista y acudid a la Asamblea de Ronda. La España centralista ha muerto. La colonización industrial extranjera, que la explota y domina, y su absoluta impotencia internacional, lo revelan bien claramente.

¡Viva Andalucía y la Federación de las Regiones españolas!»