Rafael Escuredo durante la grabación del especial sobre la autonomía de Andalucía/Canal Sur
Rafael Escuredo durante la grabación del especial sobre la autonomía de Andalucía/Canal Sur

El expresidente andaluz Rafael Escuredo resume en un nuevo libro los detalles del proceso autonómico de Andalucía, las causas de su dimisión al frente de la Junta y la compleja relación con el aparato del PSOE

Rafael Escuredo Rodríguez (Estepa, 1944) fue el primer presidente de la Junta de Andalucía (1982-1984) y el segundo de la preautonomía de Andalucía (1979-1982). Escuredo junto a Juan Cano Bueso (expresidente del Consejo Consultivo de Andalucía y letrado mayor del Parlamento de Andalucía en legislaturas) han elaborado un resumen político y administrativo del proceso autonómico andaluz. En su introducción dejan claro que ofrecen una visión todo objetiva, recordando su militancia en el PSOE. El título es Valió la pena. La lucha de Andalucía por su autonomía (Editorial Tirant lo Blanch, 2020).

El expresidente andaluz atesora varios libros publicados, pero es la primera vez que habla sin tapujos, y por escrito, de las reuniones o negociaciones que vivió en primera línea como presidente andaluz. Adolfo Suárez, Felipe González y Alfonso Guerra son algunos de los protagonistas de unas páginas en las que, más allá de la narración de los sucesos políticos de la época, Escuredo y Cano pretenden dejar constancia del tortuoso camino de Andalucía hacia la autonomía. Y lo hacen desde una narración política, y también desde un punto de vista del derecho administrativo. Así, narran escenas y negociaciones que dieron como resultado el estatuto andaluz de 1981 y que vienen a explicar el nacimiento de la autonomía política de Andalucía.

El libro sirve de referencia desde el punto de vista administrativo y político de aquellos años. Usted lo titula ‘Valió la pena‘ y entiendo que así fue…

Valió la pena. Pero todo podía haber sido más sencillo si la UCD se hubiera dejado influir por Clavero, por mí y por muchos otros. Pero (Rodolfo) Martín Villa, (José Pedro) Pérez Llorca y una serie de personalidades de la UCD dijeron que no, que esto era un despropósito. Que la historia era Cataluña y Euskadi, y en menor medida Galicia, y que al resto una descentralización administrativa. Esto supuso un agravio tremendo y hubo que luchar. Al final se ganó. Por eso, valió la pena aquella batalla democrática por una autonomía plena. Hoy disfrutamos de una autonomía del 151, más allá de que al final se produjera una homologación con el resto de comunidades que no habían querido pelear por ella.

Rafael Escuredo, en primer plano, junto a líderes políticos de la época como Saborido, Borbolla o Rojas-Marcos/Fundación R.E.

Viendo el trajín de todo el proceso, ¿qué le hizo dar el paso y coger el testigo de Plácido Fernández Viagas?

A mí me propuso el partido porque Plácido decidió dimitir. Él consideró que tenía que irse y la Presidencia la dejó vacía. Pero por representación del PSOE, que era mayoritaria, le correspondía a mi partido elegir presidente. Me lo ofrecieron y acepté. Y desde ahí me meto en la guerra de la autonomía plena. Yo veía en la televisión cómo a Cataluña y Euskadi, además del poder económico, se le regalaba el poder político porque, en la República, habían tenido autogobierno. Andalucía se quedó en las puertas por la Guerra Civil. Todo esto originó un agravio comparativo. ¿Por qué le tienen que dar todo a esta gente y a nosotros no?, me preguntaba.

En los mítines decía que Andalucía no quería ser más que nadie, pero tampoco menos. Y eso lo hizo suyo la mayoría de la gente. En dos 4 de diciembre consecutivos, salieron a la calle más de un millón y medio de andaluces y aquello se convirtió en un tsunami democrático por la autonomía plena. Ahí me sentí obligado a no defraudar ese sentimiento de agravio y humillación del pueblo andaluz.

«En los mítines decía que Andalucía no quería ser más que nadie, pero tampoco menos. Y eso lo hizo suyo la mayoría de la gente»

Rafael Escuredo, expresidente de la Junta de Andalucía

¿Qué recuerda de aquella gira política y artística, con María Jiménez, Triana o Carlos Cano?

Multitudes de hasta 20.000 personas. La gente se ponía en pie y cantaba el himno. Fue de lo más emocionante. Llenábamos plazas de toros y explanadas de gente que encendía los mecheros y cantaban el himno. Ponía los pelos de punta.

El 4D de 1977 mataron en Málaga a un joven, Manuel José García Caparrós, ¿cree que la familia Caparrós ha tenido el trato que se merece, más de 40 años después?

Ciertamente no. Rosa Burgos lo cuenta bien en su libro. Aquello fue un asesinato. La familia ha tenido el reconocimiento de la Junta, de los partidos políticos, pero todavía queda por dar el nombre del responsable de aquel disparo. Que se haga justicia aunque sea tarde.

Señala de forma visible durante todo el libro su rechazo a que el partido estuviera por encima de la institución. Usted intentó varias veces entrar en la dirección del PSOE y no lo consiguió. Le señalaban como un verso suelto dentro del partido…

A mí el partido nunca me dejó entrar en los órganos de dirección. No me quería en un alto cargo. El aparato del PSOE nunca me quiso dar un sitio. La militancia sí me quería y me tenía cariño, pero nunca me quisieron dar el sitio en la estructura del partido. La razón es sencilla: Yo no soy de aparato.

«La gente sí me quería y me tenía cariño, pero nunca me quisieron dar el sitio en la estructura del partido. La razón es sencilla: yo no soy de aparato»

Rafael Escuredo, expresidente de la Junta de Andalucía

En aquella época ya lo dije muy alto y claro. Andalucía tiene que estar por encima de los intereses de los partidos, empezando por los intereses del PSOE. Y, sin embargo, el partido decía que una persona, por muy importante que fuera institucionalmente, nunca podría estar por encima del partido. ¿Qué habría que decirle ahora a los que critican desde las comunidades al presidente del Gobierno? ¿O a los expresidentes del gobierno que critican a secretarios generales y actuales presidentes del gobierno?

Yo lo único que defendí es que Andalucía estaba por encima del partido, porque pacté el programa del gobierno con el PSOE, y le abrí las puertas a miembros del partido que se incorporaron al gobierno. Yo no iba por libre, pero consideraba que Andalucía estaba por encima del Partido Socialista. Y eso lo sigo creyendo. En mi época no se entendió y decían que eso eran las cosas de Rafael…

Se aprecia en todo el libro que el PSOE se vio favorecido por el proceso autonómico andaluz para llegar a La Moncloa. ¿El que creía en la autonomía plena para Andalucía fue el PSOE o Rafael Escuredo?

Inicialmente fui yo el único que creía en esto. El partido me miraba por el rabillo del ojo, porque además yo me tiré a esa pelea del 151 sin consultarle al comité regional ni nacional del PSOE. No entendía que eso debiera ser una decisión del partido, sino una decisión del gobierno andaluz y de su presidente. Pero lo que empezó con reticencias, cuando se ganó el referéndum del 28F, empezó a cambiar. Esa batalla que yo inicié la hizo suya el partido. Y yo no tuve inconveniente. Yo había peleado por Andalucía, y luego el partido se sumó.

Describe usted el momento en el que fue a ver a Suárez para sacarle la fecha del referéndum, y acabaron hablando de los pocos apoyos orgánicos que tenían ambos…

Por mi parte, Felipe González y Alfonso Guerra sabían que, si no me apoyaban en el referéndum, yo me iba del partido y dimitiría. Fui con mucho miedo acerca de si me apoyarían o no y Felipe González me dijo que me apoyaba. Guerra me dijo que lo que la UCD proponía no era lo que pedía Andalucía y que yo decidía. Le dije que aquello era un recorte de la autonomía que no era aceptable. Y me dijo que me apoyaban. Yo fui a aquella reunión sabiendo que me apoyaban.

El presidente Suárez estaba por apoyar, por eso me dio una fecha. Pero después Pérez Llorca, Arias Salgado y Martín Villa le fueron diciendo que era una locura. Y tiró para atrás. Fue un gran error de Suárez. Podíamos haber hecho campaña juntos, como le propuse, y habríamos ganado del tirón. Ellos se descolgaron, y tuvieron un coste político brutal, que le acabó costando la presidencia a Adolfo Suárez.

Adolfo Suárez y Rafael Escuredo en La Moncloa

Posteriormente a todo eso, en las primeras elecciones, usted consiguió 66 diputados, la Presidencia de la Junta de Andalucía y arrinconó electoralmente al PSA. Y sin embargo, le invitaron a marcharse, ¿Por qué? ¿No se sintió utilizado?

Por la Reforma Agraria, y porque muchas voces en el partido decían que yo estaba fuera de control. No jugaron limpio conmigo con la reforma. Y el tema de mi casa, donde nunca averigüé quién estuvo detrás de la decisión de El País.

Cuando hicieron la edición andaluza del periódico, me invitaron y no fui, porque El País estaba beligerantemente en contra de la autonomía plena para Andalucía. Me la jugó e hizo una política mezquina y vomitiva, como si a mi me hubieran regalado mi casa. Aquello, lo que buscaba, era que me fuera y dimitiera. Y me fui. Yo no entré en la política para morirme de viejo como otros. Entré a hacer política sin red. Si me tenía que caer, me caía. Y si tenía que dimitir, dimitía.

No jugaron limpio conmigo. Yo no entré en política para morirme de viejo como otros. Y si tenía que dimitir, dimitía.

Rafael Escuredo, expresidente de la Junta de Andalucía

De hecho tuvo que ir a La Moncloa a pedir unas competencias que Felipe González le prometió, y nunca le transfirió. ¿Quién le mintió ahí, Felipe González o Alfonso Guerra?

A mí ninguno de los dos me dijo «yo estoy en contra». Pero qué duda cabe de que el presidente del Gobierno le pudo haber dicho a Carlos Romero -ministro de Agricultura- «las transferencias dáselas ya». Era el que más mandaba en el Gobierno. Y no lo hizo.

Yo en el libro hago un relato de una serie de acontecimientos, y no miento. Juan Cano y yo estamos totalmente de acuerdo en todo lo que ocurrió, desde la primera página, hasta la última. No lo vivimos juntos, pero lo hemos hablado muchas veces y hemos hecho mucho recorrido juntos, debatiendo acerca de todo el procedimiento, incluida la Reforma Agraria.

Pidió usted que le dejasen en paz, ya que solo quiso ser presidente de la Junta de Andalucía, y no le dejaron…

Me llegaron muchas propuestas, y siempre dije lo mismo. Yo no quiero nada, si me voy de la política, me voy a mi casa y se acabó. Porque yo estaba donde quería, en la Presidencia de la Junta de Andalucía. Yo no dimití por gusto, ni porque me cansase, como dijeron algunos. Ni estaba cansado ni aburrido, estaba peleando por lo que creía, y quise hacer una Reforma Agraria que era casi una copia de la ley de la UCD. Aquella nadie la criticó, y de la mía decían que era un proyecto social comunista. Me hicieron una campaña brutal diciendo que la ley era inconstitucional, cuando luego el Tribunal Constitucional vino a decir lo contrario.

Luego el problema no fue la Reforma Agraria, sino que fue la excusa…

Pues claro, era quitarme de en medio…

Han pasado cuatro décadas de todo esto y los jóvenes andaluces casi no saben quién fue usted ni qué fue todo el proceso autonómico. Pero tampoco lo cuentan los libros de historia, y la Junta no ha hecho mucho en este aspecto.

Lo he reclamado en privado y en público. Es una pena que celebremos el 28F y no seamos capaces de implementar en la escuela una lección sobre la historia reciente de Andalucía. Me parece lamentable. Lo he dicho por activa y por pasiva. En broma suelo decir que los jóvenes no me conocen, pero en las residencias de la tercera edad, sí. Y los jóvenes no saben ni siquiera quiénes han sido los anteriores presidentes andaluces. Esto es muy triste, y sería fácilmente resoluble con una asignatura que contemple la historia reciente de Andalucía, desde Blas Infante, hasta nuestros días.

En broma suelo decir que los jóvenes no me conocen, pero en las residencias de la Tercera Edad, sí. Esto es triste y sería resoluble con una asignatura que contemple la historia reciente de Andalucía, desde Blas Infante hasta nuestros días.

Rafael Escuredo, expresidente de la Junta de Andalucía

¿Cómo ve la Andalucía de hoy, que no tiene al PSOE en el gobierno por primera vez?

Como miembro del Consejo Consultivo de Andalucía tengo prohibido manifestarme políticamente, pero dicho esto dejo clara una cosa: yo siempre apoyaré a cualquier presidente de la Junta de Andalucía que defienda los intereses generales de Andalucía, rechace cualquier atropello, y levante la voz cuando nos traten de manera desigual respecto a Cataluña y Euskadi. Sigo creyendo que Andalucía está por encima de los partidos políticos. Hay un principio republicano que yo defiendo, y es que un expresidente nunca debe hablar mal de un presidente. Sea de tu color político o no lo sea.

¿Tiene Andalucía la capacidad de marcar pautas en el Estado si su identidad política ni siquiera tiene voz propia políticamente hablando?

Si mañana Andalucía es atropellada, hay un gobierno que puede salir al paso. Ahora, ayer y antes de ayer, el problema es que tienen que tener la voluntad política de levantar la voz y oponerse. No solo el gobierno, sino todos los partidos políticos. Estoy hablando de agravios que se pudieran producir. Ahí la voluntad tendría que ser la de todos.

La compleja situación con Cataluña hace avecinarse alguna reforma que dé solución, ¿por dónde debe ir el papel de Andalucía y esa reforma del Estado que aún está pendiente?

A día de hoy creo que lo mejor es no mover nada que suponga una reforma territorial. Con estos mimbres no cabe hacer ninguna reforma. Pero cuando las aguas vuelvan a su cauce y baje la temperatura independentista, cabría plantearse una reforma constitucional a largo plazo, y que tendría que ir en el camino de la República Federal Alemana. El Senado, la existencia de las comunidades autónomas, el papel de la Unión Europea… habría que incluirlos en la Constitución. Pero hoy, no tendría sentido porque sería rechazada por los independentistas.

Licenciado en Periodismo y Máster en Sociedad, Administración y Política, puso en marcha el 'Proyecto Deguadaíra', germen de Sevilla Actualidad. Ha pasado por El Correo de Andalucía, Radio Sevilla-Cadena...