El ejemplo de Tanzania podría servirnos para ratificar la idea de que nada puede contra el mercado

Este artículo nos muestra la historia de Tanzania, un país que se presentaba como la alternativa africana para el desarrollo. A día de hoy, a punto de cumplir los 50 años de independencia, las cosas difieren bastante del planteamiento inicial.

Laura Daudén/RedComÁfrica. Tanzania, tras conseguir la independencia en 1961, fue durante mucho tiempo la alternativa africana para el desarrollo, la “esperanza liberal” que inspiró a otros países del Sur. A punto de cumplir su cincuentenario de independencia, ¿qué fue de aquello? Las respuestas, claro está, no se encuentran fácilmente al alcance. Pero sí hay claves que nos pueden ayudar a entender qué se ha quedado por el camino.

Ujamaa: una actitud de conciencia

Tras conseguir la independencia en 1961, el partido de Nyerere, primer presidente de Tanzania, tenía la dura tarea de gestionar las divisiones internas y mantener la estabilidad del país.

La política desarrollista de ese período fue fruto de necesarias concesiones y duró hasta 1967, cuando la Declaración de Arusha concretó las bases de lo que sería el modelo de socialismo africano plasmado en la idea del Ujamaa: los lazos familiares y la comunidad como núcleo productivo y organizativo.

Aunque Tanzania tuviese el apoyo de diversos países y líderes africanos, fue el único en transformar la idea del socialismo africano en un proyecto de gobierno.

Muchos pilares de la propuesta tanzana encontraron cabida en la Declaración de Arusha, como la nacionalización y la búsqueda de igualdad entre los ciudadanos, pero el acento (y, de hecho, la base de todo el proyecto) se situaba en el desarrollo rural y la necesidad de dar respuestas al 80 por ciento de la población que vivía en el campo.

Es cierto que alguna parcela de la población se benefició de la apertura comercial, pero se puede decir que el modelo agroexportador limitaba las posibilidades de desarrollo de Tanzania a las leyes de mercado, profundizaba su dependencia y condenaba al fracaso a la incipiente industria.

Tanzania era un país capitalista y, más que eso, un país que dependía del capitalismo mundial para sobrevivir. La autosuficiencia que se pretendía alcanzar nunca llegó y, aunque en diferentes grados, la dependencia siempre fue un factor preponderante en su economía.

Además, como subraya Samoff (1981), el socialismo es una construcción contingente que pasa, invariablemente, por diferentes etapas de lucha. El reasentamiento de familias en villas y cooperativas a partir de la idea del Ujamaa intentaba proporcionar la distribución y producción necesarias.

Éxito o fracaso

Hay una discusión siempre en boga cuando se intenta valorar lo que sucedió en Tanzania: ¿el proyecto tuvo éxito o fracasó? Es cierto que la crisis de producción y abastecimiento golpeó duramente a la población tanzana en los años setenta, pero hay que ir más allá antes de rechazar lo que sí representó en términos de acercamiento a la idea de desarrollo.

En este sentido, autores como Schneider (2004) ven en los pensamientos de Nyerere la aplicación de conceptos hoy tan fundamentales como “desarrollo autocentrado”, “empoderamiento” y “control popular”, con un claro reflejo en teorías como la de Amartya Sen acerca del desarrollo como libertad.

Las casi siete mil villas de Ujamaa que el gobierno logró conformar hasta 1975 no pudieron responder a la demanda de alimentos y las exportaciones seguían dependiendo de media docena de productos básicos (sisal, café, algodón, castañas, té y tabaco).

Por ello, podemos inferir que parte del deterioro del proyecto político de Nyerere tiene que ver con el propio agotamiento del Ujamaa y con fallos estratégicos que el mismo presidente admitiría en 1979, tras diez años de la Declaración de Arusha.

No obstante, es necesario subrayar que, en ese momento de crisis, son preponderantes los factores externos. Teniendo en cuenta la coyuntura y las presiones sufridas por el país, muchos autores cuestionan el presumido fracaso del Ujamaa.

Además, según Ajit Singh (1986), Tanzania fue perjudicada por la fragmentación de la Comunidad Africana del Este, por la guerra con Idi Amin de Uganda y por una terrible sequía.

El autor explica también que la situación no era de total bancarrota, como llegaron a predecir. En realidad, las visiones más pesimistas eran las mismas que rogaban por un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI), sin el que, en su opinión, el país se hundiría.

Esas voces ignoraban que la inflación en el país no llegó a los niveles de Latinoamérica y que la moneda aún tenía relativa fuerza. Incluso, aunque la industria perdía impulso sobre todo por el difícil contexto internacional, la agricultura creció en 1980.

En 1983 y 1984, el Producto Interior Bruto (PIB) del país daba señales de recuperación, con un crecimiento del 1,5 y 2,3 por ciento, respectivamente. Como argumenta Singh, el desempeño económico a largo plazo, tanto en términos de crecimiento como de satisfacción de las necesidades básicas, era hasta 1979 bastante satisfactorio en comparación con los estándares internacionales.

Los argumentos utilizados por el FMI se centraban en las críticas al proyecto político, pero la situación tenía muchos más matices. Hay apenas referencias a los fallos del sistema monetario y comercial internacional, ambos bajo responsabilidad del propio FMI.

Camino abierto para el liberalismo

En ese contexto empiezan las negociaciones con las instituciones financieras internacionales, aunque el primer acuerdo se firma en 1986, cuando Nyerere deja la presidencia.

La cautela del gobierno residía en las graves inestabilidades que la aplicación de los planes de ajuste estructural podrían generar a nivel político y social. Tanzania fue el último país africano en aceptarlos.

La continuidad y la estabilidad política (uno de los reconocidos logros de Nyerere fue el crear una cohesión sin parangón en la realidad africana) han permitido la manutención de la orientación económica liberal.

Tras 25 años, el porcentaje de la población viviendo por debajo de la línea nacional de las necesidades básicas ha disminuido menos de seis puntos porcentuales desde 1990. Se mantiene en el 33,6 por ciento, muy lejos del 19,5 previsto en los Objetivos de Desarrollo del Milenio.

El ejemplo de Tanzania podría servirnos para ratificar la idea de que nada puede contra el mercado, como muchos prefieren ver, o como un claro ejemplo de mala gestión e ineficiencia.

Pero que un país recién descolonizado empeñe todos sus esfuerzos en la construcción del socialismo desde la base del desarrollo rural, defendiendo genuinamente una mayor equidad social y contando, para ello, con poco más que el trabajo de su población, parece bastante inspirador.

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